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Represión policial en la manifestación de Barcelona del 1 de febrero de 1976.

Represión policial en la manifestación de Barcelona del 1 de febrero de 1976. / Manel Armengol

Xavier Carmaniu Mainadé

Xavier Carmaniu Mainadé

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Dice el tópico que una imagen vale más que mil palabras. Y es verdad que en el mundo actual, donde reinan Instagram y tiktok, una foto o un vídeo dan la vuelta al mundo en un instante. Ahora bien, también lo es que las imágenes necesitan un contexto para entender su trascendencia y eso, que sólo puede conseguirse con palabras, es lo que hacemos esta semana con una de las fotografías más icónicas de la Transición.

El domingo 1 de febrero de 1976 no hacía ni dos meses y medio que el dictador Francisco Franco había muerto y no estaba nada claro qué sucedería. De hecho el régimen impuesto a raíz de la victoria de la guerra civil de 1939 se afanaba por intentar continuar de pie. Ahora bien, en Catalunya una parte importante de la ciudadanía no estaba dispuesta a seguir viviendo sin libertad. Y ese primer día de febrero, llenaron las calles de Barcelona para hacer oír su voz. Con la manifestación, encabezada con el lema “Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia ", decenas de miles personas anónimas protagonizaron uno de los episodios más importantes de la Transición.

Reclamar públicamente un sistema democrático, la amnistía de los presos políticos y el reconocimiento político de Catalunya era un desafío contra las autoridades que comandaban el país desde la muerte de Franco. Aún no estaba claro que España conseguiría convertirse en país homologable a los del resto de Europa. El dictador había muerto pero la dictadura todavía coleaba.

Organizados por la FAVB

Esto ayuda a entender el porqué fue la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) la encargada de organizar la manifestación del 1 de febrero. Actuaba de paraguas de la Assemblea de Catalunya, la entidad donde se agrupaban los partidos opositores al régimen que todavía no habían sido legalizados. De hecho, a la FAVB se le denegó el permiso para la convocatoria pese a las conversaciones previas con el gobernador civil, Salvador Sánchez-Terán, e intentar aproximaciones al ministro de gobernación (y exgobernador de Barcelona) Rodolfo Martín Villa.

Pese a no tener autorización, la entidad vecinal decidió seguir adelante. Lo hizo sin esconderse, explicando a la prensa cómo avanzaban los preparativos y la retahíla de personalidades del mundo político y cultural que les apoyaba.

La mañana del día 1, Barcelona despertó con un importante despliegue de fuerzas del orden, pero eso no amedrentó a la gente, que respondió masivamente a la llamada. La respuesta policial fue muy violenta. Había órdenes de disolver cualquier concentración pero no contaban con que habría tanta concurrencia y se vieron incapaces de detener la manifestación. Además, entre los participantes corrió la consigna de reagruparse de nuevo cada vez que fuesen dispersados. Esto hizo que las protestas se diseminaran por varios puntos de la ciudad: Arco de Triunfo, Ciutadella, Paseo de San Juan... Precisamente fue allí donde el fotógrafo Manel Armengol inmortalizó ese día histórico. Las imágenes captadas por su cámara son prueba irrefutable de la extrema violencia policial: ciudadanos pacíficos e indefensos agredidos a porrazos y amenazados con las culatas de los fusiles.

Durante la entrevista que le hicimos para el podcast, Armengol nos confesó que después de tomar las fotos tuvo miedo de que fueran a por él. No es de extrañar, porque durante la Transición, mientras una parte importante de la ciudadanía salía a la calle para reclamar un cambio de régimen, la policía y la extrema derecha intentaban evitar cualquier avance al precio que fuera, incluso el asesinato de inocentes. Lo explica el historiador David Ballester en el libro 'Las otras víctimas. La violencia policial durante la Transición' (Universidad de Zaragoza).

Impunidad y "gatillo fácil"

Ballester es especialista en la Transición y ha estudiado a fondo la represión policial. Entiende que Armengol se asustara por qué había mucha impunidad. De hecho, las fuerzas de seguridad eran las mismas de la etapa franquista. Simplemente les cambiaron el color del uniforme para pasar del gris al marrón.

Con su investigación, este historiador ha identificado a 134 personas fallecidas a causa de la “violencia institucional”. Cinco perdieron la vida como consecuencia de las torturas, 38 por acciones policiales durante las manifestaciones y 91 por lo que llama “gatillo fácil”. A veces una simple discusión subida de tono por culpa del alcohol con un agente fuera de servicio pero que iba armado podía acabar con un disparo mortal. Estas víctimas son una parte olvidada de la Transición y ponen contexto a las imágenes de Manel Armengol para demostrar que no fue la época de color rosa que a veces se nos quiere vender.