El 'exconseller', un año después del indulto
La nueva política de Josep Rull tras la prisión
El 'exconseller' ejerce una influencia discreta sobre Junts con un mensaje independentista conciliador y de sensibilidad social
Fidel Masreal
Periodista
Licenciado en Ciències de la Comunicació por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), curso de periodismo jurídico-político por la UAM - El País, ha ejercido como periodista político en Onda Cero, diari Menorca, Ràdio Barcelona (cadena SER) -donde fue jefe de la sección de Política- y Els Matins de TV3. Desde septiembre del 2008 es redactor en El Periódico, primero como cronista parlamentario en Madrid y en la actualidad especializado política catalana. Autor de "Conviure amb la depressió" (Mina, Eniclopèdia Catalana, 2007), "Game Over: els partits polítics, corrupció i vicis del sistema" (La Mansarda, 2013), "Cuentos Ex" (Magma Editorial, 2019) y "Contes del procés" (Magma, 2019). Colabora como analista en TVE, Catalunya Ràdio, SER Catalunya y RAC-1, entre otros.
Un año después, los nueve presos y presas del 'procés' que fueron indultados han cambiado el rumbo de sus vidas. Y salvo la excepción de Jordi Turull y de Oriol Junqueras, en Junts y Esquerra respectivamente el resto ha decidido hacer de su experiencia un ejercicio de 'soft power', de poder discreto, que en el caso del posconvergente Josep Rull es más que determinante aunque su nombre ya no esté cada día en los titulares.
Quim Forn, Carme Forcadell, Raül Romeva, Dolors Bassa y, en especial, Jordi Cuixart, han dado un paso atrás en su protagonismo. El ya exlíder de Òmnium lo ha hecho para lanzar con su adiós un mensaje claro en favor de la renovación de liderazgos. Otro tanto -con más zozobras y críticas internas- ha hecho recientemente Jordi Sànchez. Rull también está en segunda fila, pero no tanto.
Sus ocupaciones diarias dan cuenta de cómo su papel es influyente. Su ocupación laboral es en una nueva división en la Mútua de Terrassa, su ciudad, desarrollando proyectos de vinculación entre salud y ecología. Trabaja con libertad y con la calidad de vida de poder llevar a sus hijos a la escuela. En clave personal, Rull ha hecho todo lo posible por recuperar el terreno perdido tras tres años, cuatro meses y un día entre rejas. Este ya es un mensaje político en sí mismo: la actividad política no ha de comerse el terreno personal.
La visión pospujolista de Junts
Pero Rull es un animal político. Un convergente puro, forjado en las juventudes y antaño gran admirador del 'president' Jordi Pujol. Su experiencia culminó con la Conselleria de Territori, antes de los hechos de octubre del 2017, en los que era de los firmes partidarios de no convocar elecciones y ser fiel a la palabra dada de proclamar la independencia tras el referéndum.
Huye de los micrófonos, pero proclama la necesidad de evitar la retórica y fomentar la buena gestión
Ahora Junts sigue pisando territorio, de la mano de su libro "1 dia d'octubre i 2 poemes. Quan l'esperança venç la por", proclamando ante todo un mensaje: cohesión social. El 'rullismo' es influyente en Junts para que, entre otras cosas, Jordi Turull -otro exconvergente de pura cepa- sea ya el secretario general del partido. Y para tratar de llevar a esta nueva fuerza -cumplirá ahora dos años- a terrenos del independentismo de raíz social, no etnicista ni belicoso, ni mucho menos atrapado en promesas de nuevos conflictos en el corto plazo.
Volver a la cárcel
Rull trabaja muy discretamente pero su voz es escuchada, aunque sus críticos le tachen de "poeta". Pero el suyo es un mensaje notablemente compartido, en el partido: centrar el esfuerzo en que el Govern gobierne bien y genera más relato y emoción, insistir en la olvidada franja metropolitana de Barcelona, donde JxCat es un solar, y ofrecer un soberanismo de base social. Es significativo en este sentido que Rull se esté dedicando a hacer entrevistas a presos con los que convivió entre rejas, como el joven Dani Hurtado, al que cita en un solar -literalmente- de Cornellà, la ciudad de este exconvicto. La entrevista en sí mismo es una declaración de intenciones y está a años luz de cierto independentismo que menosprecia o trata como a extraños a los que Paco Candel bautizó como "los otrso catalanes".
Lo que hace Rull siempre de forma no ruidosa es, en definitiva, poner al día el pujolismo -rechazando por su puesto la estafa del 'expresident'- en el sentido de saludar pactos como el del catalán con el PSC, y evitar toda política de odio.
El odio, que Rull conoció y masticó en la cárcel en algunos momentos, está a las antípodas del recetario político del todavía joven 'exconseller'. Unos principios que se basan también en la constatación que escribe en privado el propio Pujol: es tiempo de repliegue de filas en el soberanismo, para recuperar fuerzas y fijar nuevos horizontes.
Turull y Junqueras gozan hoy de más poder efectivo, en la brega política independentista. Pero en Junts es Rull quien mejor ejemplifica un nuevo estilo posconvergente que, además, ha pasado por la experiencia de la cárcel. El tiempo dirá si este método (firmeza independentista intacta, pero mano tendida al pacto y autoexigencia para gobernar los retos sociales acuciantes y los desafíos ecológicos y energéticos de presente y futuro) acaba imponiéndose o no al independentismo del fogonazo verbal y la retórica. Entre tanto, Rull sigue llevando a sus hijos al colegio y pensando en algo tan alejado del titular mediático como la combinación entre salud y medio ambiente.
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