La endiablada legislatura
El Gobierno, ERC y la reforma laboral: la ruptura que no rompe nada
El choque entre PSOE y Esquerra apenas desgastará la pintura de su alianza y, por el contrario, ambas fuerzas obtienen importantes réditos partidistas
Xabi Barrena
Periodista
Periodista de la sección de Política
Los desencuentros entre el Gobierno y ERC son escrutados como si fueran vísceras de animales sacrificados en Delfos con el fin de desentrañar qué deparará el futuro, es decir, cómo afectará el choque en sí a la gobernabilidad tanto de España como de Catalunya. Pero si es cierto que PSOE y ERC desconfían mucho el uno del otro, también lo es que se sincronizan para bailar sin pisarse. Verbigracia, coinciden en escoger dónde y cuándo chocar con el objetivo de hacer mucho ruido, que satisfaga al electorado más montaraz, sabiendo que, en el fondo, la ruptura nada rompe.
Así, el ‘no’ de ERC a la reforma laboral apenas pasará factura a la entente. Primero porque, por mucha importancia que tenga (que la tiene), por mucho que la derogación del texto del PP fuera un señuelo electoral (que lo fue) y por mucho que las tres fuerzas en cuestión se autoproclamen de izquierdas, la reforma laboral se sitúa un peldaño por debajo de lo realmente mollar. Por ejemplo de los Presupuestos Generales del Estado (PGE), alfa y omega de la legislatura.
Estabilidad europea
Y es que, en un contexto internacional convulso, la Unión Europea, hacedora de los fondos Next Generation, exige estabilidad. Y una reforma laboral (reclamada por Europa) de un Gobierno autoproclamado de izquierdas, pactada con la patronal y sacada adelante con el apoyo de Ciudadanos cumple con todos los requisitos. O como mínimo, los cumple más que un pacto con los independentistas catalanes y la izquierda aberzale.
En clave interna, a 10 días de las elecciones de Castilla y León, que también actúan como material para augures que escruten el futuro, un pacto de Sánchez con el nacionalismo vasco y el independentismo 'galeusca' hubiera servido como pólvora para los ataques de la derecha. Sánchez se sitúa en el centro tanto por deseo como por voluntad de correr en la dirección contraria a los partidos de la 'anti-España'.
La fractura que se adivina y que parece inevitable vendrá de la mano de la mesa de diálogo, pero ya en las postrimerías de la legislatura
Un Sánchez cuyo pánico a que Catalunya copara la campaña del 13 de febrero ha retrasado, no solo la mesa de diálogo y negociación del conflicto catalán, si no, incluso, la reunión de un órgano tan estatutario y constitucional como la Comisión Bilateral.
A ERC el ‘no’ le sirve para aligerar la presión por 'colaboracionismo' que sufre del entorno de Junts. Además, el pírrico veto (la reforma ha salido adelante) les permite, creen los republicanos, adelantar a PSOE y Unidas Podemos, con quien mantiene frontera electoral, por la izquierda. Los cuadros de Esquerra se han desgañitado en la denuncia de que una reforma pactada con la patronal en la oscuridad de un despacho y sin poder, luego, ser matizada en el Congreso es ‘vieja política’. Un dardo envenenado a una formación que nació al albur del 15-M con la pátina de regenerar la política española. Para la historia queda que la reforma laboral de Yolanda Diaz salió adelante gracias a Inés Arrimadas.
La memoria histórica
Tras las elecciones castellanoleonesas se reabrirá otro melón que separa a PSOE de ERC, la ley de memoria histórica cuyo primer ‘round’, en otoño, vio saltar chispas que no afectaron a la coetánea negociación de la ley del audiovisual y de los PGE.
El resumen es que estos rifirrafes apenas afectan a la pintura de la entente. Otro cantar es la mesa de diálogo por el conflicto catalán que si afecta los cimientos del pacto. Tal y como esperaban los republicanos -ingenuos no son- el ardor dialogador de Pedro Sánchez se diluye al son de las sintonías electorales. Ora Castilla y León, ora, quizá, Andalucía. Mientras, las semanas de este 2022 van pasando. Un 2022 que los republicanos, afirman, 'pagaron' por adelantado con el apoyo a los PGE.
La indignación va 'in crescendo' en ERC, que considera que el socialista debería dejar de ser un mero táctico electoral para abordar de manera estratégica el “gran problema”, definen, que supone el conflicto con Catalunya. El presidente del Gobierno, por su parte, se centra en el duelo por repetir estancia en la Moncloa. Y diálogo con Catalunya y campañas electorales en España son como agua y aceite.
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