El año político que viene

2021: Punto y seguido o punto final al 'procés'

Los catalanes con su voto y los partidos con sus pactos determinarán este año si el pulso independentista se encona, cambia de estrategia o se desvanece

El golpe de efecto del PSC busca ampliar el abanico de alianzas frente al continuismo del mal avenido matrimonio JxCat-ERC

Los posibles indultos a los presos y el devenir judicial de Puigdemont y Borràs pueden impactar en las negociaciones del futuro Govern

Pere Aragonès y Salvador Illa

Pere Aragonès y Salvador Illa

Jose Rico

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Decíamos hace 366 días que el recién nacido 2020 iba a depararnos la gran batalla entre Junts per Catalunya y ERC. Pronosticábamos entonces que las elecciones catalanas serían durante el año que acaba de desaparecer, pues la inhabilitación de Quim Torra se barruntaba cercana. Y dábamos por hecho que los socios del Govern, cada día peor avenidos, desatarían su enésima pugna por la hegemonía independentista. Huelga decir por qué vírica razón no se cumplieron los augurios. Así que, como la pandemia no da tregua, prevengamos ante todo que habremos de esperar hasta el 15 de enero para tener la certeza de que Catalunya votará el 14 de febrero o de que deberá dejarlo para más adelante.

Ese embate electoral, que sea cuando sea nos permitirá ver inéditas imágenes de mítines telemáticos, votos con mascarilla y distancia social y urnas en recintos de toda clase y condición, se ha puesto algo más interesante con el golpe de efecto in extremis del PSC. El desembarco del ministro de Sanidad, Salvador Illa, en el tablero catalán ha sacudido, en mayor o menor medida, a todas las piezas que disputarán una partida que hasta ahora parecía poco reñida. La maniobra es tan ambiciosa como arriesgada para los socialistas, pues supone sacrificar al principal gestor de la pandemia, con buena nota según las encuestas, para reforzar las opciones del PSC de, primero, ganar las elecciones o, en su defecto, poner punto final al 'procés'.

Tres escenarios

Todos los sondeos señalan por ahora a ERC como vencedor, pero el desgaste de ostentar las 'conselleries' más sensibles en la gestión del coronavirus ha ido estrechando su ventaja respecto a JxCat, que a su vez va sintiendo más cerca del cogote el aliento del PSC. Si se cumple el 'efecto Illa' que buscan los socialistas, el 14-F los catalanes pueden empezar a esbozar tres posibles escenarios de futuro para el pulso independentista: continuismo, relevo o cambio. En otras palabras, imprimir otra vuelta de tuerca al desafío al Estado, apostar por una nueva estrategia más posibilista sin renunciar al objetivo soberanista o aparcar el reto hasta nueva orden.

Pere Aragonès  y Laura Borràs a las puertas del Tribunal Supremo.

Pere Aragonès y Laura Borràs a las puertas del Tribunal Supremo / ACN / Roger Pi de Cabanyes

En ERC aún escuece el recuerdo de las elecciones de 2017, cuando pasaron de primeros en las encuestas a terceros en las urnas. Ganen o pierdan esta vez, a los republicanos les pitarán los oídos más que a nadie, puesto que la demoscopia también coincide de momento en que Pere Aragonès podría tener la llave de una alianza alternativa que rompa los bloques y evite la continuidad del maltrecho binomio con Junts con la muleta de la CUP, incluso en el caso de un triunfo de la marca de Carles Puigdemont y Laura Borràs. El contraste entre las estrategias y los perfiles de las candidaturas de Esquerra y JxCat es tan acentuado que, si vence, el partido de Oriol Junqueras podría intentar la endiablada tarea de gobernar en solitario con acuerdos variables.

Juego de alianzas

Junqueras y Aragonès llevan tiempo repitiendo dos mantras: que el independentismo debe abrirse a pactos más allá de sus fronteras para "ensanchar la base" y que con el PSC no se puede ir ni a la vuelta de la esquina por ser cómplice de la "represión" del Estado. ERC piensa, sobre todo, en estrechar lazos con los 'comuns' y la CUP, pero la combinación de la coalición morada y Junts en una misma ecuación (como ya ha propuesto Aragonès) parece quimérica. Ahí es donde los socialistas catalanes aspiran a entrar en juego. No tanto para resucitar aquellos dos tripartitos que tan lejanos parecen, sino para corresponder desde fuera del Govern, junto con los 'comuns', a la colaboración que los republicanos brindan a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Gráfico infografía sondeo CEO Elecciones catalanas autonómicas

Última encuesta del CEO sobre las elecciones catalanas /

Esa alianza en el Congreso y el reciente acuerdo presupuestario en el Ayuntamiento de Barcelona, además de la multitud de pactos municipales entre ambos, hacen tambalearse los pretextos sobre los que descansa el veto al PSC, la distinción que hacen entre este partido y el PSOE (a los que tantas veces han acusado de ser lo mismo) y el argumentario que repiten desde el miércoles todos los cargos de ERC: que la voluntad del PSC es apoyarse en Ciutadans y PP para desalojar al independentismo de la Generalitat. En principio, el escenario poselectoral no abonará esta teoría, pues la negociación del futuro Govern discurrirá en paralelo a la reforma del delito de sedición y a la gestión de los posibles indultos a los presos del 1-O. Sánchez ya ha allanado ambos caminos.

La presión de Junts

Pero Esquerra tendrá que lidiar al mismo tiempo con la presión de Junts, que bien conoce, si, como los sondeos vaticinan, los independentistas amplían su mayoría en escaños. Un triunfo de Borràs revalidaría la estrategia frentista y situaría de nuevo al Govern ante una legislatura de convulsiones, con JxCat combatiendo contra el socio de ERC en Madrid, y con la futura presidenta en manos de la justicia por cuatro presuntos delitos de corrupción. Ello y la posible suspensión como diputado de Puigdemont pondrían a los republicanos ante la tesitura de salvar el 'procés' a toda costa para no ser acusados de traidores.

Lorena Roldán abandona Cs para ser la dos del PPC el 14F y "aunar el voto constitucionalista"

Lorena Roldán y Alejandro Fernández / Efe / Enric Fontcuberta

Illa y el PSC hacen descansar sus esperanzas de vuelco en el anunciado descalabro de Ciutadans, que, a tenor de las encuestas, puede poner en juego más de la mitad de los 36 escaños y del millón largo de votos con los que Inés Arrimadas obtuvo la primera victoria en unas autonómicas de un partido no nacionalista catalán. Los cascotes del edificio naranja nutrirán a izquierda y derecha, pues el PP confía en recuperar parte de la fuerza perdida y la extrema derecha acecha, también, el Parlament de Catalunya.

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