Grupos violentos trasladan su pulso a la sede de Interior en Barcelona

Manifestantes quemando contenedores.

Manifestantes quemando contenedores. / periodico

J.Regué/ G. Sánchez/ C. Márquez

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La expresión violenta de las protestas contra la sentencia del juicio del ‘procés’ se han convertido en un incómodo bumerán para el ‘president’ Quim TorraEl famoso mensaje de «apreteu», lanzado a los CDR hace poco más de un año, ha mutado ahora en un desafío de los manifestantes más violentos al ‘conseller’ de Interior, Miquel Buch, y por ende, a la Generalitat. Ayer volvieron a ser miles los que protestaron por las calles de Barcelona, y una vez más, centenares los que fueron más allá y echaron mano de la violencia y los disturbios para exhibir su furia, cócteles molotov y cohetes contra helicópteros incluidos. [Sigue las últimas noticias de Barcelona y Catalunya en directo.]

La convocatoria empezaba con cerca de 22.000 personas en Gran Via con Marina. Pacífica y reivindicativa. Y con metáfora de regalo a través del lanzamiento de centenares de rollos de papel higiénico que pretendían, según los organizadores, escenificar la «limpieza de toda la mierda». Curioso mensaje si se tiene en cuenta lo que estaba por venir, esas decenas de barricadas y quema de contenedores que dejaron, por segunda noche consecutiva, una Barcelona más bien sucia.

Todo empezó a cambiar sobre las nueve de la noche, poco después de que la manifestación alcanzara la sede de Interior, en el paseo de Sant Joan con Diputació. La hilera de Mossos d’Esquadra aguantó el lanzamiento de botellas, piedras y vallas. Unos 15 minutos después empezaron los disparos con pelotas de foam y las cargas. La Policía Nacional también se empleó en las tareas de dispersión y sin escatimar recursos, como las escopetas de pelotas de goma, que ya han dejado sin un ojo a nueve personas en Catalunya. Los manifestantes se diseminaron por las calles colindantes y levantaron barricadas en todos los cruces que dejaban a su paso. Estas maniobras dificultaron los movimientos de las fuerzas y cuerpos de seguridad y los más violentos camparon a sus anchas por todo el Eixample inflamando el fuego con motocicletas. También un buen puñado de coches fueron pasto de las llamas, así como algún andamio, mobiliario urbano y señales de tráfico. 

El eje violento

Gran Via se convirtió en el eje de los disturbios. Allí prendieron decenas de contenedores ante la mirada lejana de los Mossos, que tras las acometidas iniciales parecieron relajar un poco el tono de sus porras. Miles de jóvenes encapuchados, algunos muy preparados con gafas de esquí y casco, lanzaron petardos a la policía. Incluso desmontaron un andamio y usaron contenedores de obra a la altura de la calle de Nàpols. En algunos casos, los concentrados se hicieron dueños de la calle y los agentes no tuvieron más remedio que plegar velas y retroceder.

Fueron muchos los vecinos  que salieron al balcón o a la calle a recriminar la actuación de los manifestantes, cosa que apenas sucedió durante la noche del martes. Otros, más templados, trataron de poner en su sitio los contenedores que no habían sido incendiados y usaron extintores para apagar las hogueras.

La noche dejó 28 heridos en Barcelona y 41 en toda CatalunyaUn cámara de Telemadrid resultó herido en la cabeza por un lanzamiento de una lata de bebida por parte de un grupo de manifestantes y fue atendido en el hospital. Fuentes de los Mossos d’Esquadra, por cierto, negaron el uso de gases en las cargas de  ayer. Algunos testigos afirman que la Policía Nacional sí los usó. A diferencia de lo sucedido durante la noche anterior, en este caso el perímetro era mucho más imprevisible y extenso. El martes todo se concentró en el entorno más o menos inmediato de la delegación del Gobierno, en Mallorca con Pau Claris, pero ayer, tras la dispersión de los grupos violentos generada por la carga de Mossos en Interior, los altercados se reprodujeron en buena parte del Eixample. 

Sobre la marcha

A pesar de que Buch dijo por la tarde que se trata de grupos violentos organizados, la sensación desde dentro es que se trata más bien de jóvenes de entre 20 y 25 años que se coordinan sobre la marcha. Aunque eso sí, llevan la mochila repleta de material que solo puede ser usado para hacer cosas malas. «Nadie nos dice qué tenemos que hacer, pero si vemos que alguien va a quemar algo, pues nos acercamos y aportamos alcohol o echamos una mano», explicaba una chica de tan solo 20 años. «No es cierto que estemos organizados, no venimos con un plan premeditado, pero sí tenemos claro contra quién vamos y qué es lo que queremos hacer», aportaba un chaval de 22.

Todo esto sucedía pocas horas después de que el ‘conseller’ condenara firmemente los actos violentos de los grupos reducidos de los CDR que la noche del martes ya pusieron la ciudad patas arriba. Para muchos fue una manera de plantarse ante Torra, que había lamentado pero no condenado los actos. La noche dejó, además, escenas muy inquietantes y raramente vistas en Barcelona: el lanzamiento de cócteles molotov, según Efe, a los agentes y cohetes volando hacia los helicópteros de la policía, que contabilizó al menos cinco.