POLÉMICAS EN LA RED

La factura de la huella digital

Una intervención de un cargo público en Twitter rápidamente queda fuera de contexto

El nuevo jefe de los Mossos, Pere Soler, interviene en una rueda de prensa, el pasado 19 de julio.

El nuevo jefe de los Mossos, Pere Soler, interviene en una rueda de prensa, el pasado 19 de julio. / periodico

TONI AIRA / BARCELONA

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Pregunta: ¿qué tienen en común el 'president' Carles Puigdemont y el nuevo director de los Mossos, Pere SolerPere Soler, con Guillermo Zapata, regidor de Manuela Carmena en Madrid? Fácil respuesta: que cuando los nombraron, sus tuits fueron de lo primero que les echaron en cara. No están solos, evidentemente, y las polémicas en que se vieron implicados por sus intervenciones en Twitter fueron de dimensiones, consecuencias y de alcance bastante desigual, pero los tres personifican bien un nuevo frente a cubrir para los políticos del siglo XXI: la opción de desgaste por la propia huella digital.

Cuando se accede a un cargo público, lo más práctico es que, como mínimo, se haga un repaso del propio 'time line' (el listado de tuits), no necesariamente ni solo para borrar expresiones que podrían ser objeto de polémica, sino, sobre todo, para que el político y su equipo de asesores puedan prepararse ante la opción de que algo escrito en una red social digital como Twitter pueda convertirse en un fuego. Un frente importante a cubrir en la comunicación política es entender que gran parte de ella es comunicación de crisis, y en este caso es importantísimo avanzarse a posibles escenarios.

Por lo tanto, el trabajo de alguien que se convierte en cargo público o de relevancia, para procurar cuidar su relato, su imagen y su reputación (digital y más allá), está sobre todo el contexto de aquello que ha proyectado a través de redes como Twitter. Se puede tirar, por ejemplo, de una medida de urgencia que dé tiempo para una revisión tranquila: cerrar temporalmente la cuenta. Pero esto no asegura que otro individuo ya tenga guardado material inflamable. Porque la vida de un tuit es de minutos; la mayoría seguimos mínimo centenares de cuentas en esta red, y por lo tanto vamos pasando rápidamente el 'time line' mientras lo ojeamos. Así, una intervención en Twitter, rápidamente, queda fuera de contexto. Se ha hecho en un momento determinado o en reacción a algo que si otro lo lee más tarde quizá ya hace que no pueda captar el sentido completo de aquella manifestación ni de su tono vía texto, imagen, vídeo, o algunas de estas opciones combinadas.

LOS MENSAJES DE PUIGDEMONT

Pero la batalla política se basa en parte esto: en la descontextualització de las manifestaciones del adversario. Lo sufrió en primera persona el 'president' Puigdemont, un tuitero empedernido, en su investidura. Pero en este caso fue rápido, como en general en las réplicas de aquella presentación suya en sociedad como presidente, y dejó en evidencia a Inés Arrimadas y a Xavier García Albiol por la utilización manifiestamente sesgada que habían hecho de un tuit suyo de homenaje a Carles Rahola, donde hablaba de "expulsar al invasor". Puigdemont explicó por dónde iba su tuit: "La mano del fascismo sobre nuestras vidas, no la queremos nunca".

No tuvo tanta suerte (y se entiende) el regidor de Cultura de Carmena, apenas llegar al poder. Zapata, en este caso, había publicado en Twitter chistes y similares que tiraban de humor muy negro (como se intentó justificar él), que implicaba a los judíos o a víctimas de terrorismo.

Los adversarios políticos descontextualizaron aquellas manifestaciones con éxito y, sobre todo, con una ofensiva por tierra, mar y aire cuando el nuevo gobierno de Carmena se estrenaba después del triunfo. Tuvo que dimitir del área de gobierno (no de concejal) y desfilar ante el juez.

Ahora el nuevo director de los Mossos, Pere Soler, ha sido recibido como paradigma de los "independentistas radicales" que la oposición dice que componen el remodelado Gobierno catalán. Y para ello han servido tuits suyos del pasado como alguno en que decía que los españoles dan pena.

¿Se podría haber evitado la polémica? Sí, básicamente no haciendo aquellos tuits. Pero, una vez publicados, la apelación al contexto y esperar que la tormenta amaine, acostumbran a ser los recursos más sufridos. Eso, como mínimo, hasta que entre todos no vayamos asumiendo que lo que decimos, cada vez más, deja huella. Y que eso nos puede pasar factura.