Iglesias redobla su apuesta de riesgo
El líder de Podemos fía al 26-J su futuro, ante la desconfianza que le suscitan los errejonistas y Pedro Sánchez
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Pablo Iglesias sigue un pleno desde su escaño en el hemiciclo del Congreso. / periodico
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Iolanda Mármol
Periodista
IOLANDA MÁRMOL / MADRID
Pablo Iglesias se juega el 26-J el futuro de Podemos en una apuesta personal de doble riesgo. Arma una coalición con IUIU que puede activar la ilusión o bien restar a votantes transversales que no quieren quedar arrinconados en la izquierda del tablero político. Y además, asume el peligro de que, incluso sus electores potenciales lleguen a una paradójica conclusión: que aunque superen al PSOE, Pedro Sánchez no claudicará para apoyarle como presidente, ceda a una gran coalición y votar morado signifique 4 años más de Mariano Rajoy.
Para comprender porqué asume ese riesgo, ayuda tener en cuenta la soledad con la que ha vivido los últimos cuatro meses, atenazado entre dos frentes en los que ha visto amenaza de traición. Uno, la relación con Sánchez, en quién nunca confió. Desde que hablaron por primera vez tras las elecciones, el 24 de diciembre, le miró de reojo, con la intuición de que el PSOE no accedería a gobernar con él porque se sentía, a su vez, amenazado. El recelo mutuo imposibilitó cualquier entendimiento y, desde el 20-D hasta la disolución de las Cortes, lo único que cultivaron fueron la mala hierba del reproche y la desconfianza.
El otro frente, infinitamente más doloroso, el de la disputa interna con su amigo, Íñigo Errejón. Iglesias sintió que ese ala del partido le era desleal y que había construido una organización paralela. Sus decisiones han ido encaminadas a blindarse ante esas amenazas.
En lo interno, con la defenestración del hombre de confianza de Errejón, Sergio Pascual, con cambios organizativos y empoderando a los anticapitalistas frente a los errejonistas, ahora arrinconados. Y puertas afuera, en la estrategia con el PSOE. Admite su entorno que fue un error la forma en la que presentaron la oferta de gobierno de coalición, que diseñó con Errejón. Ambos reconocen que la escenografía era inadecuada pero no el planteamiento: un gabinete de cambio que dejase fuera a Ciudadanos. Cuando Sánchez cierra su pacto con Albert RiveraAlbert Rivera, Iglesias confirma sus intuiciones y comete el error definitivo -que reconoce- el de la cal viva. Ni el encuentro con Sánchez después de Semana Santa, ni las cesiones de Podemos permitieron despejar el clima de desconfianza.
Entonces. ¿Para qué sirvieron escenificaciones, contraofertas, manos tendidas o negociaciones? ¿Deseaba Iglesias gobernar con el PSOE o fue solo una impostura en la lucha del relato para llegar al 26-J sin culpa? Y la incógnita a futuro: ¿Qué será Podemos cuando se refunde tras el 26-J, izquierda o pueblo?
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