El debate del bipartidismo: Ajuste de cuentas
Gemma Robles
Directora de Red de Contenidos de Prensa Ibérica
Juan Ruiz Sierra
Periodista
JUAN RUIZ SIERRA / GEMMA ROBLES / MADRID
A seis días para las elecciones generales del 20 de diciembre, cara a cara de máxima tensión entre Mariano Rajoy y Pedro Sanchez. “Usted tendría que haber dimitido hace dos años, con los SMS a Bárcenas. El presidente del Gobierno tiene que ser decente y usted no lo es”, espetó el jefe de la oposición. “¿Y por qué no me puso usted una moción de censura? Esa es una afirmación ruín, mezquina y miserable y no se la acepto”, replicó Rajoy durante los minutos más duros del debate, en el que hubo un cruce de reproches y acusaciones en torno a la corrupción que, por momentos, pasó la línea del ‘y tú más’. Primer ajuste de cuentas
Pasarán estas frases a la historia de la política reciente para resumir, en esencia, el enfrentamiento dialéctico del jefe de Gobierno con el jefe de la oposición en vísperas de una de las citas con las urnas más reñidas una de las citas con las urnas más reñidasde la democracia. El 20-D. Bipartidismo. El candidato socialista había jugado a no arriesgar en los debates anteriores (con Albert Rivera, Pablo Iglesias y Soraya Sáenz de Santamaría en sustitución del presidente), pero esta vez salió a atacar: intentando encajonar al líder del PP desde el primer momento, acusándole de “mentir” y recordándole en casi cada intervención los escándalos del PP, las promesas incumplidas, los recortes y el rescate a los bancos, con gráficos en mano cuando lo consideró oportuno.
Pero sin duda, fue el rifirrafe sobre corrupción (que por el ímpitu de los protagonistas del debate se extendió no sólo durante el bloque en que tocaba si no también el que concernía a Catalunya y el modelo de Estado) el que hizo que subiera la temperatura de esta cita ‘a dos’. El secretario general del PSOE entró sin preámbulos en harina, poniendo en entredicho la decencia de su contrincante. Así, sin paños calientes. El jefe del Ejecutivo se encendió, le repitió hasta cinco veces la “ruindad” con la que estaba actuando y, por si sabía a poco su respuesta, achacó al socialista hablar desde la “desesperación” de verse incapaz de ganar el próximo domingo.
'LUIS, SÉ FUERTE', LOS ERES Y COMPARACIÓN DE SUELDOS
En este contexto, el presidente leyó su largo curriculum (parte de su estrategia es 'vender' experiencia frente a los aspirantes novatos) y dijo que no había llegado a la política para ganar dinero. Recordó que nadie le ha llevado jamás a los tribunales y que su equipo ha aprobado el paquete más completo de medidas anticorrupción que ha existido hasta el momento. Pero evitó entrar en el fondo del escándalo Gürtel o en la gestión que él mismo hizo del caso. Le echó en cara al dirigente socialista que lograra un crédito en Caja Madrid en supuestas condiciones ventajosas y la implicación de su partido en el caso de los Eres de Andalucía.
Sánchez, que la semana pasada aseguró en el programa 'Qué tiempo tan feliz', de Telecinco que no dudaba de la "honestidad" de Rajoy, decidió esta vez echar el resto. Le afeó al líder del PP que estando en la oposición, “entre sueldos y sobresueldos”, llegase a ganar hasta 239.000 euros anuales mientras que él, en el mismo cargo, percibe 88.000. Le repitió una y otra vez el “Luis, sé fuerte” que Rajoy escribió en un mensaje de texto a Luis Bárcenas cuando se supone que ya le había echado de su organización. Para rematar, proclamó que el aspirante a la reelección no es libre, por estar “atado a los papeles” de su extesorero. Cruce de reproches de máximo voltaje en uno de los asuntos más delicados de la agenda del debate.
CRISIS DE CATALUNYA, DE REFILÓN EN EL DEBATE
Nada de lo que había venido antes ni de lo que se trató después alcanzó las mismas cotas de tensión durante una cita mucho menos ágil que los anteriores junto a Ciudadanos y Podemos, partidos emergentes a los no se mencionó en este debate. Ni siquiera para hablar de pactos postelectorales, uno de los temas recurrentes en los mítines.
Esta vez los candidatos estuvieron sentados, ayudándose de papeles, y un moderador elegido por la Academia de la Televisión, el periodista Manuel Campo Vidal, casi ausente en la mayor parte del programa. Sobre el conflicto catalán, Sánchez y Rajoy se limitaron a señalar los ejes fundamentales de su discurso, aunque el primero echó en cara al presidente el aumento del independentismo en esta legislatura y el segundo acusó al socialista de tener una política territorial basada en los “eslóganes”.
“Defiendo la España unida, diversa y en convivencia. Cuando ha gobernado el PSOE nunca ha habido una declaración de independencia. Con usted sí. Con usted ha subido el voto independentista del 10% al 48%. Pero no estamos ni en el inmovilismo ni en el rupturismo. No es la vía. Queremos una reforma constitucional que mejore la España autonómica”, dijo Sánchez. Rajoy, dejando claro que en su opinión falta “consenso” y coincidencia de propuestas para cambiar la Carta Magna, no trasladó ninguna iniciativa.
En economía, el bloque del que tenía más interés en hablar, Rajoy se centró en los grandes datos (reducción del déficit, de la prima de riesgo y aumento de la balanza de pagos del sector exterior) para recordar sin pausa la herencia recibida del último Gobierno socialista, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero. Sánchez se centró en las iniciativas más polémicas del PP: reforma laboral, recortes, subidas de impuestos y rescate bancario, un asunto que también provocó la subida del tono del debate. Pero nada comparable a lo que vino después, con la corrupción.
Por instantes el debate fue un intercambio de monólogos, de listado de errores del adversario -Rajoy martilleó con una frase ambigua de Sánchez acusando al presidente de "no dejar a las mujeres" ser madres- , mientras que el socialista le reprochaba que no le contestara a las preguntas directas que le planteaba sobre el rescate bancario, su "amigo" Rato o sus 'tijeretazos' en políticas de dependencia o violencia de género. Y así durante dos horas ¿decisivas?.
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