ENTREVISTA // Antoni Castells, 'CONSELLER' DE ECONOMIA DE LA GENERALITAT

Antoni Castells: «El acuerdo es magnífico, pero no podemos caer en triunfalismos»

Antoni Castells.

Antoni Castells.

JOAN M. PERDIGÓ / SALVADOR SABRIÀ
BARCELONA

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Nacido en Barcelona, el 24 de septiembre de 1950

Casado, tiene dos hijos.

Es catedrático de Hacienda Pública de la Universitat de Barcelona. Forma parte de la ejecutiva del PSC y es secretario de economía del partido. Fue miembro de la Sindicatura de Comptes de Catalunya y del Tribunal Europeo de Cuentas

Lleva más de dos años lidiando con la reforma del sistema de financiación, o mejor dicho, con el cambio de modelo. El último año, en la memoria de todos, ha sido particularmente difícil. Satisfecho del resultado, tampoco quiere echar las campanas al vuelo pese a la fumata blanca de hace dos semanas. Ha visto cosas que no le han gustado, en Catalunya y en el resto de España. Se le intuye con ganas de decir más cosas, pero no lo cree conveniente cuando los adversarios claman ¡traición! y los suyos –los de aquí y los de allá– se felicitan por el pacto y, sobre todo, por haber puesto fin a este suplicio. El presidente de la Generalitat, José Montilla, zanjó la cuestión con un «bien está lo que bien acaba» y poco más hay que añadir, como se vio el pasado viernes en el Parlament. Ante este panorama, un Castells mesurado prefiere ser dueño de sus silencios antes que esclavo de sus palabras.

–¿Se imaginaba hace tres meses que las cosas acabarían así?

–Hace tres meses yo trabajaba para obtener un buen acuerdo, como el que hemos alcanzado. En política la condición de espectador o de frío analista no vale. Trabajas por un objetivo y eso es lo que te mueve. Yo no he sido ni pesimista ni optimista, eso son estados de ánimo, aunque sí es cierto que ha habido ocasiones en que la situación era complicada.

–¿Qué ha cambiado en estos tres meses? ¿Los interlocutores? ¿Las urgencias de Zapatero tras perder el apoyo del PNV en el Congreso?

–No quiero entrar en especulaciones. Creo que lo que estaba claro desde el principio es que no habría acuerdo sin Catalunya. Y, en segundo lugar, que no llegar a un acuerdo hubiera supuesto un fiasco para el Gobierno central.

–Al comienzo de la negociación, una de las bases del optimismo era su especial relación, personal y profesional, con Pedro Solbes. ¿Por qué no funcionaron las cosas?

–No lo sé. No hablaré mal del vicepresidente Solbes. Ni siquiera está claro que fuera responsabilidad suya. Le tengo un gran aprecio personal y me merece una gran opinión como servidor público. Estos procesos de negociación tienen un carácter acumulativo en el tiempo y siempre hay un momento decisivo. Y se da la circunstancia de que en ese momento no estaba Pedro Solbes sino Elena Salgado, que ha actuado con pragmatismo y determinación para hacer posible el acuerdo.

–Hablando de nombres propios, díganos que se ha sentido plenamente apoyado por los ministros catalanes, Chacón y Corbacho.

–Siempre he dicho que esta era una negociación entre el Gobierno de Catalunya y el Gobierno del Estado, cada uno a un lado de la mesa. Y he añadido que había que ser consecuentes. Que en Catalunya teníamos que estar todos al mismo lado de la mesa. Los dos ministros han trabajado, cada uno a su manera, por el acuerdo, aunque hay que entender que estaban en una situación peculiar porque, como dirigentes del PSC, lo son del principal partido del Govern, pero como miembros del Gobierno del Estado, estaban al otro lado. Es una situación que nos remite a un tema tan complejo como es el papel que ha de jugar el PSC. Eso nos tiene que hacer reflexionar.

–Cuando habla de reflexiones y de sacar consecuencias, ¿puede concretar?

–Es evidente que habrá que extraer lecciones de un proceso como este. Para bien y para mal. De las experiencias positivas y de las que no lo son tanto. Por ejemplo, creo sin duda que el Govern y elpresident han sabido poner los intereses de Catalunya por encima de cualquier otra consideración, y que este país es capaz de conseguir sus objetivos cuando las cosas se hacen bien. También habrá que extraer lecciones sobre las relaciones Catalunya-España, qué cosas funcionan y cuáles no. En cuanto a las relaciones PSC-PSOE, habría que reflexionar hasta qué punto nuestra estrecha vinculación con el PSOE a veces dificulta que el PSC pueda jugar con toda su fuerza en temas básicos para Catalunya. El acuerdo sobre la financiación es magnífico, pero considero que en determinadas cuestiones no podemos caer en triunfalismos.

–¿El resultado de la negociación habría sido el mismo con un Gobierno monocolor del PSC?

--¿Ustedes creen que elpresidenty el Govern hubiéramos llegado hasta aquí para aceptar un mal acuerdo? ¿Que hemos llegado hasta aquí porque formamos parte del tripartito? Se equivocan. Hemos llegado hasta aquí porque elpresident y el Govern representamos a los ciudadanos de Catalunya.

–Después de este pulso entre el Gobierno español y el catalán, entre el PSOE y el PSC, ¿han pasado los socialistas catalanes la prueba de su independencia, de la catalanidad que algunos le reclamaban o ponían en duda? ¿Era la reválida de Montilla ante aquellos que echaban de menos a Maragall?

–Sin duda, han sido meses de tensión. No ha sido fácil. Creo que el Govern ha pasado la prueba de fuego y ha estado a la altura de los que confiaron en él. El PSC no puede renunciar a ser la voz de Catalunya en Madrid, si aspira a ocupar el espacio central de la política catalana. Este es parte del legado de Maragall, al que no debemos renunciar.

–En cualquier caso, a la hora de hacer oír la voz del PSC, ¿cree que hacía falta más que nunca el grupo parlamentario propio en el Congreso?

–Creo que el socialismo catalán debe tener voz propia en Madrid, efectivamente. Y que ello es totalmente necesario cuando, como en la actualidad, es el partido central del Govern de Catalunya. Pero, por encima de todo, lo que hace falta es unidad de todos los partidos catalanes cuando tenemos que negociar con Madrid. Ahí no puede haber ninguna disputa entre nosotros, porque lo único que hacen es debilitarnos. La historia de Catalunya nos dice que nuestro problema endémico son precisamente las querellas internas. Cuando empezamos a negociar ya nos hemos marcado tres goles con nuestras disputas. Y luego, eso cuesta mucho remontar.

–¿Ahí puede estar la clave de la creciente desafección?

–Es una de ellas. Los ciudadanos se decepcionan porque perciben que nos peleamos por disputas partidistas, cuando lo que nos une es mucho más que lo que nos separa. Y, cuando se trata de los intereses de Catalunya, lo que nos separa es mucho menos de lo que nos separa del Gobierno de Madrid. Pero cuando el ciudadano comprueba que por partidismo, mezquindades o ambiciones de poder lo único que preocupa es destruir al adversario de casa, entonces se decepciona. En los países serios estas cosas no pasan, en las cuestiones clave van todos a una, estén en el Gobierno o en la oposición. Es más, en España esto no sucede. Mire en el País Vasco como se han puesto de acuerdo PSOE y PP...

–¿Satisfecho con los socios del tripartito?

–El Govern ha funcionado como una piña. Ha habido lealtad absoluta.

–En la recta final de la negociación, sin embargo, entraron en escena, por parte de ERC, personas que no están en el Govern, como Puigcercós y Ridao.

---Eso no tiene importancia. Yo he estado en contacto con ellos durante todo el proceso.

–¿Estaba pactada la negociación final de ERC con Salgado?

–No, en absoluto. Aquí lo importante es que el Govern ha funcionado en bloque, que el Govern es una sociedad indivisa. Lo demás son chiquilladas.

–Pues parecía que de alguna de estas chiquilladas dependía el resultado final.

–Pues más chiquillada aún.

–¿Usted cree que CiU estaba convencida de que al final ERC se descolgaría del pacto?

–A CiU le ha perdido el tacticismo. Consideró que o bien no seríamos capaces de lograr un acuerdo, lo cual hubiese sido un fracaso, o que, si lo lográbamos, sería al precio de bajar mucho las exigencias, con lo cual el Govern se rompería. Cometieron el error de no escucharnos cuando dijimos que no aceptaríamos un mal acuerdo. Y el buen acuerdo final les ha descolocado. Y le aseguro que lo lamento, porque CiU no ha estado nunca al margen en los grandes pactos de autogobierno entre Catalunya y el Estado.

–En la última reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera volvieron a oírse las voces de lacatalanofobia.

–Como en el debate estatutario, la cuestión de fondo sigue siendo ¿cómo es posible que en España, con tanta facilidad, se pueda levantar este clima anticatalán? Pasan los años y cuando creíamos que el terreno se había ido ablandando resulta que sigue estando presente, y con fuerza, la semilla de la animadversión contra Catalunya. Ese es el problema. ¿Cómo es que cuando en una encuesta preguntas cuál es la comunidad menos solidaria, automáticamente sale Catalunya? Y segunda cuestión, ¿cómo es posible que haya partidos que jueguen con esto de forma tan irresponsable? No puede extrañarles que después aparezca la desafección en Catalunya. Este es el tema de fondo.

–¿Ha apreciado en sus compañeros del PSOE una actitud distinta a la que se vivió cuando el debate del Estatut?

–Es evidente que al PSOE y al Gobierno les cuesta asumir de verdad la realidad de una España diversa, plural, porque, en parte, todavía pesa mucho esta España de matriz castellana, unitaria. Y esto cuesta mucho de superar. Aunque es cierto que no es este el momento más apropiado para los reproches. Tiempo habrá de extraer las lecciones precisas para evitar repetir un año como este, que ha sido de gran desgaste y degradante para todos.