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Cine
Ernest Folch

Ernest Folch

Editor y periodista

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Los buses que nunca llegan a Torre Baró

'El 47', además de ser una gran película, sirve para recordarnos que el bus del catalanismo y de la justicia social sigue sin llegar a Torre Baró

'El 47': "Un autobús ya no, pero igual Torre Baró tendría que secuestrar a un gran tenedor de pisos, a una doctora, a una profesora"

Crítica de 'El 47': Cine de denuncia amable y eficaz

Escena de la película 'El 47'

Escena de la película 'El 47' / Mediapro Studios

Vayan a ver 'El 47'. Si van poco al cine, hagan una excepción. Si tenían otro plan, cámbienlo ahora mismo. Esta magnífica película, dirigida por Marcel Barrena y producida por Jaume Roures, es una de estas raras creaciones que ayuda a explicar este ente tan extraño y complejo al que llamamos Catalunya. La interpretación colosal de unos inmensos Eduard Fernández y Clara Segura nos guía por la dura y emocionante historia del barrio de Torre Baró, que lo levantaron con sus manos los emigrantes andaluces y extremeños “expulsados”, como dice el protagonista Manolo Vital, de su propia tierra. La película es caleidoscópica y no admite lecturas simples, pero nos interpela sin piedad. La burguesía catalana recibe una de cal y otra de arena: por un lado, queda claro que el bus no llegaba nunca a Torre Baró porque así aquellas familias, como tantas otras de tantos otros barrios obreros de emigrantes, permanecían convenientemente en la marginalidad, es decir, en el olvido. Por el otro, la película refleja un tiempo en el que el catalán era todavía una herramienta de integración, una lengua percibida como algo parecido a un pequeño ascensor social.

Pero el gran mérito de 'El 47' es que no solo nos hace reflexionar sobre el pasado sino que es capaz de proyectar aquellos emocionantes hechos históricos hacia el inquietante presente. Inevitablemente, la película nos obliga a preguntarnos qué ha sucedido con Torre Baró, y la realidad es estremecedora: es el segundo barrio con menor renta per cápita de la ciudad, su tasa de paro duplica la media de la ciudad, es el sitio de Barcelona donde la extrema derecha sacó los mejores resultados en las últimas municipales y donde el catalán está menos presente, con un ínfimo uso entre los jóvenes de menos del 5%. Es decir, los datos actuales del barrio reflejan que aunque sus infraestructuras lógicamente han mejorado, se mantiene la brecha social con el resto de la ciudad, y es un vivero de profunda desafección. Merece una reflexión profunda que el catalán hoy, en Torre Baró, haya perdido el aura que sí tenía cuando llegó Manolo Vital, y el paupérrimo resultado de los partidos independentistas (con apenas el 10% del total de votos) en las últimas municipales sirve también para ilustrar que el ‘procés’ que algunos vendían como definitivo ni siquiera ha llegado a existir en muchos barrios de la Barcelona metropolitana. Aquellos primeros inmigrantes fueron abandonados, pero lo más inquietante es que el barrio siga sin avanzar socialmente y el catalanismo, literalmente, lo haya perdido. Los otros buses, intangibles pero cruciales, siguen sin llegar a Torre Baró. Manolo Vital, en la película, se lamenta de que “estamos dejados de la mano de Dios”. Si no fuera por 'El 47', ahí seguirían, exactamente igual. Queda la esperanza de que el cine transforme lo que la política no ha podido.

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