Opinión |
Discurso de odio
Mercè Marrero Fuster
Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Elon Musk juega al Risk con nosotros

Ante la inmigración masiva, él aconseja una guerra civil

Brasil acaba de prohibir X: ¿podrían otros países seguir su ejemplo?

Trump propone a Elon Musk encabezar reformas drásticas del Estado si resulta electo

Cartel de agradecimiento a Elon Musk durante una manifestación  convocada por partidarios del expresidente brasileño Jair Bolsonaro en Sao Paulo.

Cartel de agradecimiento a Elon Musk durante una manifestación convocada por partidarios del expresidente brasileño Jair Bolsonaro en Sao Paulo. / NELSON ALMEIDA / AFP

Elon Musk compró una red social para amplificar su discurso. El suyo y el de sus amigos. Entre ellos, Donald Trump. Para alguien con ínfulas de dominar el mundo y de influenciar, disponer de un altavoz como X es una bicoca. Me pregunto qué pasaría si, en vez de permitir que la gente escupa su hiel, promoviera los mensajes de concordia y buen rollo. Quién sabe si, quizás, lograra poner fin a algún que otro conflicto de envergadura. De momento, nada de nada. Más bien, todo lo contrario. Ante la inmigración masiva, él aconseja una guerra civil. El gobierno de Irlanda anuncia mayor control y exigir responsabilidades a las redes que faciliten la incitación al odio y los contenidos nocivos, y él propone defender legalmente a cualquier irlandés afectado por esa medida. Elon Musk juega al Risk con todos nosotros.

Odiar y culpar al externo está tirado. Recuerdo a un padre explicándome que su hijo suspendía Matemáticas porque la profesora le dedicaba demasiado tiempo a un chaval con dificultades de aprendizaje. Incapaz de asumir que su hijo era un vago o un inepto para esa asignatura, se sentía mejor despotricando contra la inclusión educativa. Y, por supuesto, daba ejemplo a su prole para que éstos fueran igual de intolerantes que él.

Escuches la emisora de radio que escuches, leas el periódico que leas o seas de la red social que seas, la inmigración está en el aire y algunos (demasiados) la culpan de todos nuestros males. El asesinato de Mateo, el niño de once años, fue un ejemplo de ello. Nada más conocerse el drama, ya hubo algunos que culparon a los menas y, en cuanto el portavoz de la familia salió a defender ponderación y calma, fueron a por él. No, el asesino resultó ser bien español. Igual que la persona que mató a sus exmujeres y que luego se pegó un tiro. También era un españolito de bien y, además, un comisario de la Policía Nacional reconocido y condecorado. O los cuatro policías que dieron una paliza a un pobre taxista porque habían perdido un móvil, que luego encontraron dentro de una de sus bolsas, y creyeron que se lo había robado el conductor. Estos cuatro energúmenos no provenían de Senegal ni habían llegado en cayuco. Eran alemanes. Una nacionalidad a la que no se le presuponen maldades innatas. Al igual que el capitán que, presuntamente, manejaba el yate La luna y que arrolló un bote, causando la muerte de un joven que pescaba calamares. Éste tampoco provenía de Mauritania, no había llegado a nado a España, no dormía en portales y no pasaba el día deambulando. No, este hombre también nació en Alemania y tiene dinero a raudales. El odio no es hacia el migrante, el odio es hacia la pobreza y la miseria.

Tratar de limitar lo que se dice en las redes es ponerle puertas al campo, lo sé. Máxime si el negocio está en permitir ese descontrol y fomentar que ciertas opiniones sean virales. Participar en esa guerra y contribuir a que algunos magnates engrosen su billetera a nuestra costa es una elección personal. Es como fumar, beber o consumir drogas. Si bebes, no conduzcas. Si quieres un mundo mejor, dale la espalda a la porquería que circula en redes.