Opinión |
NADA ES LO QUE PARECE
Albert Sáez

Albert Sáez

Director de EL PERIÓDICO

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¿Qué está pasando con el coche eléctrico?

El Volvo EX90.

El Volvo EX90. / Volvo

Ford, Volkswagen y, ahora, Volvo. Asistimos a un lento goteo de modificaciones en el calendario de electrificación de las principales marcas automovilísticas, especialmente de las que estaban liderando el proceso. Los devaneos de la UE con el calendario definitivo de prohibición de los motores de combustión están en la base de estas dudas. Y la batalla con China por los aranceles explica la sonoridad de estos anuncios, justo cuando arranca la nueva comisión de Úrsula von der Leyen y coincidiendo con el viaje a China, por ejemplo, de Pedro Sánchez. Estamos hablando de inversiones millonarias a largo plazo en los que las compañías no pueden asumir un nuevo riesgo como es el de la inseguridad jurídica porque se las puede llevar por delante. El asunto no es menor porque el automóvil es la principal industria de la UE, si consideramos el turismo un servicio, y lo que no se pueden permitir las marcas es que la transición al vehículo eléctrico les haga perder competitividad. Y, además, es posiblemente el asunto más visible y que más impacta en la vida cotidiana de los ciudadanos de la transición ecológica. 

Los recelos son lógicos. En toda transición hay momentos de titubeo, recordemos el 23-F en el caso de la democracia española. El mundo de la combustión cuenta con potentes recursos económicos para vociferar, presionar e incluso confundir. Poner la electrificación en el epicentro de la guerra comercial con China es audaz. Desvelar que en las ayudas a la transición del coche eléctrico hay algo de proteccionismo, también. Pero lo más lacerante es que la primera causa que esgrimen las marcas para frenar es la lentitud en el despliegue de la infraestructura de recarga y los titubeos en los estímulos fiscales. Y aquí los responsables son los gobiernos nacionales y locales, sobre los que los ciudadanos tenemos capacidad de influencia directa. Así que en lugar de intentar tumbar al capitalismo desde la ecología, el activismo responsable debería manifestarse pidiendo más puntos de recarga. 

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