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Josep Maria Fonalleras
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Colapso y ruina en la mina

Cuando ya no sabemos si lo que vemos o leemos u observamos es de una u otra especie, entonces todo se convierte en una enorme maraña

Musk compra Twitter y despide a sus principales ejecutivos

Elon Musk comparte un polémico vídeo manipulado de Kamala Harris en X (Twitter)

Elon Musk desata la polémica al compartir un video manipulado de Kamala Harris en X

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Llevo cerca de catorce años en Twitter (sí, sí, ahora X, por supuesto), gracias al consejo de un amigo, mucho más avanzado que yo en cuestiones tecnológicas, que me dijo, textualmente: “Está hecho para ti”. Exageraba, pero lo cierto es que, en todo ese tiempo, ha sido una mina. He descubierto interesantes reflexiones (o caminos que me llevaban a ellas), informaciones que me han servido para escribir artículos, vínculos inesperados, noticias a las que no habría tenido acceso sin la plataforma, y curiosidades y bagatelas. Es cierto que, como ocurre en una mina, la extracción del mineral valioso implica una obra practicable que permita arrancarlo y separarlo de la ganga. Es necesario establecer vías de transporte, servicios de ventilación, fortificación y alumbrado, tanto para hacer viable el negocio como para asegurar la protección del minero. En Twitter (sí, sí, ahora X, por supuesto), hay mucha ganga, y a menudo hay galerías que colapsan y, si no estás en alerta, puedes sufrir accidentes de todo tipo y también te puedes quedar enjaulado en un desprendimiento de tonterías que te hacen perder el tiempo o que te abocan a discusiones estériles. Pero todavía puedes encontrar, de vez en cuando, una veta de oro.

Hasta ahora, hasta hace poco. En los últimos meses, la gestión de Elon Musk se ha notado definitivamente. Y no hablo exclusivamente de los episodios más chapuceros o salvajes: las mentiras infames, los rumores mezquinos sobre Kamala Harris, la gestión maléfica (sí, maléfica) de hechos como los de Dublín o de Southport (imputados a inmigrantes, cuando no era cierto), los llamamientos a la guerra civil en Gran Bretaña a raíz de las protestas provocadas (“es inevitable”, dijo Musk) o, indirectamente, el asesinato de ese niño de Mocejón. Hablo de una invasión más sutil: la proliferación en X (sí, sí, antes era Twitter) no solo de sus propios mensajes, sino de noticias, falsas o no, que nos invitan a pensar en un estado de violencia que ya no es latente, sino que se presenta como la antesala de lo que el propio magnate ha calificado como “la extinción de la civilización”.

Mucho antes de Twitter o de X, Hannah Arendt ya describió a la perfección las maniobras a las que ahora asistimos: “Las mentiras suelen ser mucho más verosímiles y atractivas que la realidad porque quien miente tiene la gran ventaja de saber de antemano lo que la audiencia quiere escuchar”. En su libro 'Verdad y mentira en política', dibujaba el perfil de la gravedad del asunto, que se produce cuando se desdibuja “la línea divisoria entre mentira y verdad”. Cuando ya no sabemos si lo que vemos o leemos u observamos es de una u otra especie, entonces todo se convierte en una enorme maraña. Sin embargo, las galerías que ahora colapsan no son las de la mina de Musk (reconvertida cínicamente en adalid de la libertad de expresión, como vemos en Brasil: “si abandonas X, los totalitarios habrán ganado”), sino las de la realidad tangible, abocada al desaguisado y, en consecuencia, a la ruina moral.

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