Opinión |
Venezuela
Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars

Escritor y periodista

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Ved a un lacayo

Jamás he visto caer tan bajo a un hombre, aunque es normal que Monedero haya batido el récord, en el pódcast de Nicolás Maduro, porque se lanzó desde la atalaya inmensa de su soberbia hasta el foso insondable de su servilismo

Juan Carlos Monedero en el pódcast de Nicolás Madurp

Juan Carlos Monedero en el pódcast de Nicolás Madurp / Captura YouTube Nicolás Maduro

La aparición de Juan Carlos Monedero en el pódcast de Nicolás Maduro logró lo imposible: exhibir a un hombre más ridículo que él mismo, unos días antes, cuando apareció bailando con los pulgares para arriba en el escenario durante un acto de la campaña electoral chavista, a la vera del tiranuelo. Me he tragado entero ese episodio dos veces y sigo sin comprenderlo del todo. Jamás he visto caer tan bajo a un hombre, aunque es normal que Monedero haya batido el récord, porque se lanzó desde la atalaya inmensa de su soberbia hasta el foso insondable de su servilismo.

A Monedero, que saludaba a la audiencia de su programa en La Base llamándolos “desobedientes”, lo he visto debatir en muchas plazas. Ante personas infinitamente más formadas que Maduro, derramaba él esa arrogancia como de profesor de la Sorbona que solo en la imitación de un español alcanza el grado de parodia superlativo. Lo he visto agarrarse a la corrección del pequeño desliz de un contendiente que le daba argumentos sólidos con un tono pastoral y perdonavidas, pero frente a Maduro, en cambio, el profesor quisquilloso más bien recordaba a Paco el Bajo, el de Los santos inocentes.

Y no sería porque Maduro, hombre de inteligencia roma, elocuencia chabacana e ignorancia suprema, no ofreciera momentos para el lucimiento de un profesor que se gusta cuando corrige al alumno lerdito. Durante hora y media, Maduro no hizo más que hablar y hablar, lento y pesadísimo, como solo un dictador puede hacerlo. Enlazaba en su discurso clichés, banalidades y disparates, y tras soltar alguna particularmente gorda se jactaba de ser el único en el mundo que sabía tal cosa, mientras Monedero y el profesor mexicano Diego Ruzzarin asentían y se turnaban para alabarlo. En un momento Maduro dice que un “bot” es un “robot” y Monedero susurra complaciente: “ro-bot”. En otro, cuando Monedero quiere apostillar algo a la infinita concatenación de chorradas de su amo, una mirada de Maduro basta para que el profesor agache la cabeza y murmure que lo que está diciendo el jefe “es superimportante” (minuto 1:03:15).

Hace unos años, cuando Podemos estaba a un paso de superar al PSOE y se les acusaba de chavistas o se mencionaba la palabra “Venezuela”, Monedero y el resto se reían a carcajadas. ¿Venezuela? Bien: véase el pódcast para calibrar con exactitud el peligro que voló por encima de nuestras cabezas.

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