Opinión | Artículos de broma

Javier Cuervo

María Jesús Montero 100%

María Jesús Montero, el pasado junio en el Congreso.

María Jesús Montero, el pasado junio en el Congreso. / JOSÉ LUIS ROCA

María Jesús Montero, ministra de Hacienda, en primavera era contraria a la financiación singular de Catalunya y ahora que Pedro Sánchez la ha pactado con los independentistas la apoya "al cien por cien". Eso en política ha pasado muchas veces, aunque nunca con tanta frecuencia y despreocupación. Más raro que el cambio de criterio es que en la primavera Montero no fuera contraria al 99% y que en verano no lo apoye al 99%. Me asombra la total plenitud de su plena totalidad, el cenporcentismo de su "toda yo" almodovariano. La financiación es política fiscal, fuero o huevo; pero la plenitud en el apoyo es política personal, todo o nada. Montero no conoce percentil, matiz, salvedad, cautela, ápice, pizca, mijita... nada que no sea todo.

María Jesús Montero es vicepresidenta primera del Gobierno y vicesecretaria general del partido. Estar inmediatamente después del presidente del Gobierno de España y del secretario general del PSOE la convierte en 'vicesánchez' y explica que exclame "¡muy bien!" después de que su jefe hable en el Congreso, que aplauda en los mítines con una motilidad rara que cruza la gracia trianera con el aspaviento maño y que apoye al cien por cien el resultado del intercambio del modelo de financiación autonómica por el Gobierno de la Generalitat de Catalunya gracias al que cupo el cupo y entró, entró.

Sánchez, un político que cambia el gesto si la realidad le contradice y se contradice políticamente para cambiar la realidad, que hace tanta oposición como gobierno porque ataca y no defiende, que quiere muy lejos las críticas necesita muy cerca una 'vicesánchez que apoye' cien por cien, aplauda en cero coma y halague a voz en cuello. Sin ser como Sánchez todos necesitaríamos alguna vez un viceyo, una parte de nosotros que nos aplaudiera, jaleara, apoyara, entusiasmara, que fuera la María Jesús Montero de nuestro yo, pero hay una edad para aceptar ser huérfano de madre y de incondicionalidad.