Opinión |
Feminicidios
Gemma Altell

Gemma Altell

Psicóloga social. Fundadora de G360.

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Todas las formas que toma la violencia machista

Cada vez que hablamos de violencia vicaria sin contextualizarla dentro de un marco de violencia de género volvemos a victimizar a una madre

La joven de 17 años asesinada por su padrastro en Toledo es de Badajoz

Este fin de semana una adolescente de 17 años ha sido asesinada por la pareja de su madre en un pueblo de Toledo. Lo llamamos violencia vicaria pero lo podríamos haber llamado violencia machista o feminicidio. Pero no lo llamamos así. La madre ha sido herida de gravedad pero afortunadamente no ha muerto. Este hecho cambia el relato.

Según datos oficiales, este año contamos -a día de hoy- 10 personas menores de edad asesinadas por sus progenitores (hombres) o parejas de sus madres. La visibilización de la violencia vicaria en los últimos tiempos ha puesto luz y taquígrafos sobre un fenómeno que ha formado parte de la violencia machista desde que esta es nombrada. En diferentes grados y formas. El asesinato, la más despiadada y cruel pero no la única. La sociedad empieza a entender hace un tiempo -desgraciadamente poco- que la violencia ejercida hacia menores en contextos donde la madre sufre violencia por parte de su pareja son dos fenómenos relacionados y que la violencia hacia hijas e hijos es una forma más (la más cruel por supuesto) de dañar a la madre. Sin embargo, a menudo, cuando ponemos el foco mediático, parecería que nos olvidamos de cuál es el fin de esta violencia, su causa, desdibujamos la violencia machista, desdibujamos su voluntad y sus orígenes.

Cuando tomamos la noticia poniendo el foco en si había denuncias previas hacia el asesino o no o hablamos de violencia vicaria sin nombrar la violencia machista que lo engloba todo, hablamos de parejas violentas anteriores de la madre estamos -seguramente sin quererlo- orientando a la persona lectora -de forma muy sutil- hacia aquellas cuestiones que orientan el análisis a la responsabilidad de la madre. Cuestionamos su capacidad de protección, cuestionamos su posición de víctima o juzgamos la elección de sus parejas. Ninguno de estos elementos cambia el hecho de que la adolescente ha sido asesinada por la pareja sentimental de su madre.

En la dificultad de enfrentarnos a crímenes de una crueldad extrema como son aquellos perpetrados hacia niños y niñas solemos, las personas, buscar explicaciones que nos permitan tranquilizar a nuestro cerebro y nuestro corazón, pero no olvidemos que en una sociedad esencialmente machista, donde sobre las madres recae siempre la responsabilidad real y simbólica sobre el bienestar de nuestros hijos e hijas, esas explicaciones nunca son neutras. Hacen falta cambios largos y socialmente profundos para que las madres sean “leídas” en el rol real que tienen en cada configuración familiar, atendiendo también a las circunstancias y -en definitiva- a sus historias de vida.

Cada vez que hablamos de violencia vicaria, sin contextualizarla dentro de un marco de violencia machista, volvemos a victimizar a una madre. Ejercemos, sin quererlo, una nueva violencia. Me preocupa cómo cambia el relato y cómo se interpreta distinto la victimización en función de la situación y de las personas. Me preocupa que una madre que pierde a un hijo/a sea interpretada por sus acciones o la falta de ellas. Como si el dolor por la pérdida fuera distinto en función de la vida vivida o de los acontecimientos que se ha encontrado a lo largo de ella.

Pero, por otro lado, también me preocupa que “diseccionemos” los casos buscando en cada uno las diferencias; centrándonos en la especificidad, en aquello que lo traslada al ámbito de 'sucesos', que encapsula la muerte -siempre producida por un contexto patriarcal- a una familia, a lo sucedido en las horas previas, a contar casos (ahora de violencia vicaria), a nombrar otro nuevo pueblo, o otra ciudad, otro minuto de silencio, otras declaraciones gubernamentales que condenan la violencia. Cada duelo es único. Para las personas queridas, para el entorno, la comunidad y así debe ser vivido. Para la sociedad en general y para la responsabilidad de los medios y de nuestros gobernantes debe ser importante transmitir que la violencia machista es perpetrada de infinitas formas. Todas ellas interconectadas y en permanente cambio. Nuestra sensibilidad y capacidad transformadora estará en identificarlas y nombrarlas como tales. Sin matices.

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