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La amenaza terrorista debe ser una prioridad

El terrorismo yihadista ha ganado en descentralización y da prioridad a espacios desprotegidos y concurridos

Acto de recuerdo y homenaje a las víctimas del atentado del 17A

Más de 100 víctimas del 17A siguen sin indemnización siete años después de los atentados

Acto de recuerdo y homenaje a las víctimas del atentado del 17A.

Acto de recuerdo y homenaje a las víctimas del atentado del 17A. / MANU MITRU

Los atentados de Barcelona y Cambrils, de los que se han cumplido siete años, confirmaron nuestra vulnerabilidad frente al terrorismo yihadista. Las dieciséis personas asesinadas y los más de 160 heridos constituyeron un nuevo aldabonazo, tras la masacre de la estación de Atocha. Desde el devastador ataque a las Torres Gemelas en 2001, sabemos que el terrorismo de matriz islamista constituye la mayor amenaza a nuestra seguridad. Aunque el mayor número de sus víctimas se produzca en países del sur global, en particular en África, Europa sigue siendo objetivo predilecto del yihadismo. España es uno de los países donde se han producido más atentados y se han detenido a más terroristas o personas en proceso de radicalización (cerca de mil, desde 2004). En consecuencia, junto al recuerdo y la solidaridad con las víctimas del atentado de las Ramblas, el aniversario debe servir para hacer balance de la estrategia seguida desde entonces y de lo que queda por hacer en materia de información, prevención y coordinación, para localizar y detener a quienes pretenden sembrar el terror.

Ni los Mossos d’Esquadra –cuya actuación, con el mayor Trapero al frente, fue meritoria– ni ninguna otra policía del Estado consiguió detectar el rápido proceso de radicalización que condujo a un grupo de jóvenes de Ripoll a perpetrar el atentado de 2017. Desde entonces, la preparación de los Mossos y las demás fuerzas de seguridad para hacer frente al terrorismo yihadista, y al de otras procedencias, ha mejorado mucho. Disponen de una información ingente y actualizada y se coordinan mejor entre ellos y con las policías de otros países, lo que ha permitido evitar numerosos atentados que estaban en fase embrionaria. Esta actuación se ha reforzado sustancialmente desde que la situación en el Próximo Oriente ha vuelto a degradarse. Sin embargo, la naturaleza cambiante de la amenaza terrorista obliga cada vez más a combinar políticas de prevención que involucren a las autoridades locales y a la sociedad civil –en particular, las comunidades musulmanas–, para detectar cuanto antes procesos de radicalización. Estos pueden ser presenciales –como ocurrió en Ripoll, a través del imán Abdelbaki es-Satty–, o virtuales, a través de quienes predican la yihad desde las redes. 

El atentado de Barcelona puso de manifiesto una tendencia general del terrorismo yihadista. Puede que el terrorismo yihadista haya perdido en capacidad para preparar y coordinar actos de tanta envergadura como el atentado de las Torres Gemelas. En cambio, ha ganado en descentralización, en el uso de tecnologías avanzadas, y ha modificado sus objetivos, dando prioridad a espacios desprotegidos y concurridos. Los terroristas de hoy piensan más en atentar contra grandes concentraciones humanas (un concierto de Taylor Swift) que en atentar contra el Pentágono. Ello no les hace menos peligrosos, sino todo lo contrario. En particular, por actuar a través de personajes solitarios o grupos radicalizados en poco tiempo, como ocurrió en Ripoll, con jóvenes que estaban fuera del radar de las policías. De ahí que la lucha contra el terror implique políticas de muy diverso signo y obligue al nuevo Gobierno de la Generalitat a hacer de la seguridad una de sus prioridades.