Opinión |
París
Jordi Puntí

Jordi Puntí

Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.

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Sangre de María Antonieta

Los franceses han incorporado a su imaginario uno de los episodios más crudos y liberadores de su historia

Figuras sin cabeza que representan a la reina María Antonieta del siglo XVIII actúan a lo largo del dique del río Sena, frente a la Conciergerie, donde la reina estuvo cautiva durante la Revolución Francesa, durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París

Figuras sin cabeza que representan a la reina María Antonieta del siglo XVIII actúan a lo largo del dique del río Sena, frente a la Conciergerie, donde la reina estuvo cautiva durante la Revolución Francesa, durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París / Natalia KOLESNIKOVA / AFP

Este verano me he tragado la biografía de María Antonieta, de Stefan Zweig, y su lectura apasionante coincidió con la inauguración de los Juegos Olímpicos de París. En la ceremonia, una cantante vestida de María Antonieta, ya decapitada y con la testa en sus manos, cantaba el 'Ça ira' —uno de los himnos de la revolución— acompañada de una banda de rock duro. El espectáculo tenía lugar en la Conciergerie, donde estuvieron presos el rey Luis XVI y la reina antes de ser guillotinados, y el final de la actuación estallaba en una espléndida lluvia de serpentinas rojas como la sangre derramada. La escena me hizo reír: con qué orgullo los franceses han incorporado a su imaginario uno de los episodios más crudos y liberadores de su historia, y entonces volví al libro.

La narración de Zweig es brillante porque trata a los personajes sin prejuicios. Pinta el retablo de una época, contrapone los grandes escenarios y miserias del pueblo, habla de unos seres que viven entre el privilegio del lujo y la inconsciencia de un destino que cambiará la historia. A través de una prosa robusta da a conocer la fiesta constante que se vivía en Versalles, los excesos de María Antonieta, la pasividad enfermiza del rey, las intrigas de quienes querían dinamitar desde dentro ese mundo en decadencia. Han pasado más de 200 años, pero entonces —como hoy— había un periodismo hecho de mentiras y unos jueces que no eran imparciales. A medida que esas vidas se acercan al abismo, Zweig se lo mira todo con un punto de compasión, y como lector casi esperas que no maten a María Antonieta. Pero la historia ya estaba escrita.

Viendo estos días las imágenes aéreas de París, con el globo de la llama olímpica que velaba la Bastilla, las Tullerías o el Palacio Borbón de la Asamblea nacional, pensaba en la belleza de una ciudad surgida de una época tumultuosa, que ha esculpido el carácter de generaciones de franceses. Entretanto, en la inauguración, parte del público pitaba a su presidente Macron, y unos días después una francesa de padres congoleños marcaba dos goles para la selección de fútbol: se llama Marie-Antoinette Kototo.

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