Opinión |
Décima avenida
Joan Cañete Bayle
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La oportunidad de los equidistantes

La investidura de Illa también marca el momento de encontrar una tercera vía para tratar el problema político catalán

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El 3 de octubre de 2017, el rey de España, Felipe VI, plasmó en su discurso tras el 1-O la Catalunya de las dos vías: o la independentista o la del Gobierno (el de entonces, el del PP de Mariano Rajoy) y el resto de “poderes del Estado”, es decir, la fiscalía, los jueces y las fuerzas de seguridad que, dos días antes, habían escrito una negra página con la represión a los votantes en los colegios electorales. Fue un discurso cargado de adjetivos (vulneración sistemática; deslealtad inadmisible; fracturada y enfrentada), en referencia a la sociedad catalana); conducta irresponsable (la de la Generalitat); inaceptable intento de apropiación; extrema gravedad; firme compromiso; legítimos poderes del Estado… que dejó huérfana de relato político a una amplia capa de la población catalana que ni era independentista ni apoyaba la represión policial y legal de un problema político (ni apoyaría los juicios y las penas de cárcel que vendrían después). En la hemeroteca pueden encontrarse las críticas al discurso de políticos socialistas como Jaume Collboni o Nuria Marín, nada sospechosos ni de secesionistas ni de antisistema.

Han sido años de travesía por el desierto de quienes no eran independentistas ni tampoco comulgaban con la estrategia, la visión de España y de la Constitución de PP, Ciudadanos y después Vox o con las argumentaciones legales de la fiscalía y las sentencias del Tribunal Supremo. Expulsados del Parlament con las votaciones del 6 y el 7 de septiembre, sospechosos siempre ante quienes reparten carnets de buenos patriotas (da igual bajo qué bandera), amedrentados, perseguidos y zaheridos en redes sociales, filogolpistas para unos, filorepresores para otros, siempre tibios, siempre culpables del peor de los crímenes, la equidistancia, aun así buscaron pistas de aterrizaje, socios de viaje, interlocutores válidos, puentes que construir.

Los caminos han sido tortuosos y los renglones, torcidos. Unos indultos a cambio de apoyo parlamentario. Una amnistía por una investidura. Ahora una financiación autonómica a cambio de otra investidura. Hay quien quiere ver el ‘procés’ muerto. Hay quien dice que el ‘procés’ nunca morirá. Entre otras cosas, la investidura de Salvador Illa simboliza que ha llegado la oportunidad de los equidistantes de intentar encontrar una solución, tal vez no la mejor, quizás la menos mala, sobria, prosaica, desnuda de grandes palabras y de adjetivos.

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