Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Guárdame el secreto
En el Born, hoy arrasado por el turismo, cada vez hay más negocios —sobre todo de comida— que mueren de éxito tras anunciarse en Instagram y TikTok
Visitamos a unos amigos que veranean en un pueblo perdido del Pirineo. Calma, vistas preciosas, buena comida y noches frescas. Nos piden, eso sí, que les guardemos el secreto, el privilegio. No quieren que el pueblo se les llene de curiosos que rompan esa tranquilidad. No quieren motos ni ciclistas domingueros. Y yo les entiendo: no es la primera vez que vivo una situación similar. Hay una poza para bañarse de aguas transparentes que es espectacular, te dice alguien, una cala donde estás solo en pleno mes de agosto, te la enseño pero sobre todo no lo comentes por ahí. Todo el mundo conoce la alegría de compartir con los amigos lo especial, pero al mismo tiempo el miedo a perderlo. Pienso en el cazador de setas que nunca te revelará sus lugares secretos, donde vuelve cada año para llenar el cesto, al igual que el periodista no comparte sus fuentes de información.
Ahora, sin embargo, con la exposición de las redes sociales es más difícil guardar un secreto, alimentado por otra parte por el famoso FOMO, siglas en inglés del “miedo a perderse algo”. Así, además de hacer pagar por aparcar o limitar el número diario de visitantes, algunos riachuelos y pozas deberían obligar a dejar el móvil en el coche, y me pregunto si la experiencia de Barcelona nos puede servir de algo. En el Born, el barrio en el que he vivido en los últimos 13 años, hoy arrasado por el turismo, cada vez hay más negocios —sobre todo de comida— que mueren de éxito tras anunciarse en Instagram y TikTok, y eso provoca algo inaudito en la ciudad: largas colas de personas para comprar un helado o una tarta de queso, o para hacer un cóctel en un bar oculto (pero que sale en todas las guías).
Sin darnos cuenta nos convertiremos en una sociedad secreta, hecha de recomendaciones privadas. Tiempo atrás, había un restaurante del Born que mostraba la carta a los turistas y a los vecinos nos dictaba el menú a media voz. Y en una pastelería, si dices en voz baja que eres amigo del barrio —como una contraseña— te hacen descuento y el sablazo solo es para los turistas. ¿Les gustaría saber el nombre de estos sitios, verdad? Lo siento, pero no puedo.
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