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Alfonso Armada

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Periodista.

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Lecciones británicas de un incendio veraniego

Para quienes ansían quemar mequitas y hoteles para demandantes de asilo la línea que separa lo cierto de lo falso es indiferente

Cómo la desinformación racista de la extrema derecha ha incendiado las calles del Reino Unido

Starmer promete mano dura contra los agitadores de extrema derecha tras los graves disturbios en Reino Unido

Más de un centenar de arrestos en una protesta en Londres tras el ataque con arma blanca contra niñas en Southport

Más de un centenar de arrestos en una protesta en Londres tras el ataque con arma blanca contra niñas en Southport / Europa Press/Vuk Valcic

“La gramática es un patio de recreo para las almas pequeñas, las que comienzan las guerras y destrozan el planeta cada siglo. Hitler es un ejemplo clásico: escribió un libro y luego llevó su contenido a la práctica. Sus admiradores son sencillamente personas con un nivel bajo de evolución espiritual. Y esas personas de segundo nivel son siempre mayoría. Podemos elegir cualquier tiempo y espacio, la conclusión siempre es la misma: una amalgama de estupidez e ignorancia=crimen”. Faruk Sehic experimentó el desguace de Yugoslavia y trató de clarear su alma en un libro que es doliente y preciosa historia de un río: 'Las aguas tranquilas del Una'.

Enfrascado en su lectura sintonizo el malestar de la cultura, ahora en el Reino Unido, multiplicado por el fermento de las redes: gasolina cuando se propagan mentiras. El nuevo primer ministro británico, el laborista Keir Starmer, ha anunciado que la ley caerá sobre el “matonismo de la extrema derecha”. Como comenta 'The Economist', “es difícil pensar en una peor manera de recordar a las tres niñas asesinadas en Southport el 29 de julio”. El autor no era un sirio llegado en patera que estaba en un listado terrorista. Todo mentira, pero es leña cuando se trata de cebar el odio al extranjero. La policía tardó en desmontar la desinformación. Para quienes ansían quemar mequitas y hoteles para demandantes de asilo la línea que separa lo cierto de lo falso es indiferente. Tienen maestros: desde que Elon Musk se adueñó de Twitter para convertirlo en ominosa X los controles contra las falacias y el desprecio han saltado por los aires. La mentira se ha convertido (como temía Kafka) en el nuevo orden universal. 

A esa hoguera purificadora se suman hienas políticas y amantes de la violencia como una forma de ser. Hace falta cabeza fría y datos para derrotar a los que se aprovechan del fuego para esparcir miedo y ceniza, quienes mienten a sabiendas porque saben que da rédito político. Como en España, el sistema de asilo (como el de obtención de visados y permiso de trabajo en el país de origen) es un trágico fracaso. La policía no da abasto, los emigrantes se convierten en sospechosos o ilegales a la fuerza porque las barreras son infranqueables y cualquier suceso se troca en siniestra antorcha, como este verano en el Reino Unido. Lo recalcaba 'The Economist', que hace honor a su liberalismo favoreciendo los flujos humanos: “Gran Bretaña tiene más éxito en la integración de los inmigrantes que cualquier otro país de Europa”. 

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