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Pilar Garcés

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Periodista

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Michael Douglas, embajador de la turismofobia

También él, que puede pasearse durante horas de su huerto a los bancales y a la piscina, y a la bodega y vuelta sin encontrarse un alma, sufre un cierto grado de aversión por los visitantes

Michael Douglas

Michael Douglas / EFE/ Guillaume Horcajuelo

Quede claro que quien suscribe se enamoró de Michael Douglas en 'Las calles de San Francisco', o sea, cincuenta años suspirando por el actor norteamericano que en septiembre cumplirá 80, y lo ha celebrado con antelación en una cena a la fresca junto al resto de vecinos de su pueblo de adopción, Valldemossa, que se estrenan en dicha década. Un verano del siglo pasado me lo encontré derrochando clase, deambulando solitario y sin que nadie le molestase por el centro de Palma cuando todavía se podía pasear por la ciudad con cierta holgura, incluso si eras una estrella de Hollywood. Era la época del famoso eslogan ‘Un turista, un amigo’, pero ya se sabe que hay amistades que les das la mano y te cogen el brazo. Douglas acaba de recibir el premio Masters of Cinema del Atlántida Mallorca Film Fest de manos de la Reina Letizia y en una comparecencia de prensa previa ha sumado su voz al debate de la masificación turística y la crisis de la vivienda que apareja. “Sin duda es el segundo tema más importante en Mallorca. ¿El primero? No lo sé. El problema es la proliferación de apartamentos en Airbnb en combinación con los coches de alquiler, y eso lleva a tener problemas como la escasez de agua”, dijo. Acabáramos. También él, que vive en S’Estaca, una finca de cien hectáreas con un conglomerado de edificios maravillosamente volcados en el Mediterráneo construidos hace dos siglos por el Archiduque Luis Salvador, ha notado que le falta el aire. También él, que puede pasearse durante horas de su huerto a los bancales y a la piscina, y a la bodega y vuelta sin encontrarse un alma, sufre un cierto grado de aversión por los visitantes.

Este Michael Douglas harto que, según aseguró, desea simplificar su vida, aceptar solo “papeles que le motiven de verdad” y descansar “con privacidad” casi me hace olvidar la horrenda foto. La de noviembre de 2003 en la Feria de Turismo de Londres en la que aparece muy sonriente junto al expresidente Jaume Matas y un tuno que no pintaba nada, pero que le dio colorido al momento. Muy 'Atracción fatal'. Acababan de firmar un acuerdo por el cual el Govern le pagó 4,4 millones de euros por promocionar la isla durante un lustro, contrato que incluía la venta del centro cultural Costa Nord de Valldemossa a la Comunidad para instalar una futura Fundación Illes Balears Sostenibles. Dicho equipamiento de capa caída lo había construido el actor para dar a conocer los valores de la serra de Tramuntana tras un conflicto por las obras ilegales que realizó en su casa. “Un embajador de excepción para Baleares”, alardeó el político del PP, también ministro de Medio Ambiente de José María Aznar, que luego pisaría dos veces la cárcel por delitos de corrupción. En aquel momento los conservadores buscaban borrar la 'mala imagen' que había dado al archipiélago la creación del impuesto turístico por parte del ejecutivo progresista anterior, de manera que el aguerrido protagonista de Tras el corazón verde debía contrarrestar la ecotasa con su propio carisma.

Si algunos lodos vienen de ciertos polvos, la contribución de Douglas a la congestión actual de Mallorca es evidente. Puesto que se ha caído del caballo del desarrollismo, podría aceptar el papel de embajador de la turismofobia y hacernos el favor de volver a rodar 'Un día de furia' en la colapsada circunvalación de Palma, o en los atestados accesos a los pueblos preciosos de Valldemossa o Sóller. Y que no se olvide de la escena del tiroteo en el campo de golf.

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