Opinión
Pilar Rahola

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Periodista y escritora

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Venezuela: el gran fraude

Demasiados intereses internacionales y locales dedicados a impedir que el régimen caiga

Maduro celebra los resultados.

Maduro celebra los resultados. / YURI CORTEZ / AFP

Este no es un relato 'conspiranoide', de los muchos que se crean alrededor de una noticia inverosímil. En el caso de las elecciones en Venezuela, la convicción de que los resultados emanan un gran fraude electoral no parte de las muchas evidencias que ha denunciado la oposición, sino mucho antes, cuando el régimen ha perpetrado todo tipo de abusos para garantizar el dominio absoluto de la maquinaria electoral. Esta es la crónica de un golpe de estado silente, coherente con la dictadura blanca que sufre Venezuela en manos de un revolucionario de bolsillo que domina todos los resortes del poder.

Las previas ya serían motivo de sobras para que el mundo considerara ilegítimo todo el proceso electoral, no en vano la vulneración sistemática de los derechos de los opositores ha sido tan minuciosa como implacable. No solo por la larga lista de opositores que están la cárcel, y por la represión sistemática que ha llevado Venezuela a la Corte Penal Internacional. Pero incluso cuando se intenta blanquear la represión y hacer ver que funciona la maquinaria democrática, los excesos se acumulan con impunidad. El caso más flagrante, la neutralización de la líder más emblemática de la oposición, María Corina Machado, que había liderado las manifestaciones del 2014, cuando detuvieron el otro gran líder opositor, Leopoldo López.

Convertida en la esperanza para hacer caer el régimen, le inventaron un proceso para inhabilitarla durante 15 años sin ningún juicio -a pesar de que solo se puede inhabilitar con sentencia-, y cuando designó otra candidata, Corina Yoris, también la inhabilitaron. Quién hizo el proceso de inhabilitación fue el controlador general Elvis Amoroso, diputado del chavismo y quien ahora ha presidido el Consejo Nacional Electoral.

A partir de las inhabilitaciones de los líderes más fuertes, el régimen ordenó una cadena de detenciones contra opositores, entre otros 77 coordinadores de campaña, detenidos en pleno julio, con el proceso electoral ya empezado. A la vez, seis colaboradores directos de Machado tuvieron que refugiarse a la embajada de Argentina porque el régimen les acusa de traición a la patria. También se han producido todo tipo de sanciones contra los restaurantes, hoteles y locales que han acogido actas de la oposición. Para acabar de remachar los abusos, el régimen también se esforzó para impedir el voto del exilio, mayoritariamente favorable a la oposición, con todo tipo de delirantes trabas, hasta el punto que, de los 7’7 millones de venezolanos que están fuera del país (según datos del ACNUR), solo se pudieron inscribir para votar 69.189 personas.

Pero como la oposición parecía imparable, parece claro que se ha perpetrado el golpe final, según la mayor parte de los indicadores: el fraude directo sobre los resultados. Y si bien ahora habrá protestas, manifestaciones y todo tipo de denuncias, es inimaginable que Maduro salga del poder.

¿Por qué? Porque no puede. Primero, porque ha creado una estructura corrupta que lo ha hecho inmensamente rico. Segundo, porque acumula una cantidad ingente de causas penales -incluyente torturas, asesinatos y desapariciones forzosas- que ha sido denunciada por el Alto Comisionado de la ONU y es investigada por la Corte Penal Internacional. El riesgo, pues, de extradición y prisión, o de exilio forzado, es elevadísimo. Pero, además, están los cargos por narcotráfico que investiga la DEA norteamericana, con Maduro y Cabello considerados por la Fiscalía de Nueva York como los jefes de una “conspiración narcoterrorista corrupta y violenta entre el Cartel de los Soles y las FARC colombianas”. Desde 2020, el departamento de estado norteamericano ofrece una recompensa de 15 millones por su captura. Y, finalmente, no hay que olvidar que Maduro ha creado una estructura férrea de relaciones con Rusia, China e Irán, los tres países que le dan protección internacional y los intereses de los cuales son muy fuertes en Venezuela.

Especialmente relevante es la influencia de Irán, que ha enviado centenares de miembros de las fuerzas Quds y la Guardia Revolucionaria al continente, y que ha conseguido dominar toda la estructura delictiva de la Triple Frontera. En consecuencia, demasiados intereses internacionales y locales dedicados a impedir que el régimen caiga. No han sido las elecciones de una democracia. Ha sido el pulso entre una estructura mafiosa y una ciudadanía opositora, y en estas circunstancias, la mafia siempre gana.