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Elecciones
Alfonso Armada

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Periodista.

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Excepcionalismo estadounidense

Trump, que nunca reconoció la victoria de Joe Biden, como la inmensa mayoría del Partido Republicano y sus fanáticos, galvanizado por el intento de asesinato, ya ha avisado de que no hay la menor posibilidad de que pueda perder

Trump, en plena campaña electoral.

Trump, en plena campaña electoral.

No hay nada que podamos hacer para influir en las elecciones estadounidenses desde este periódico, desde el Gobierno español, desde la Unión Europea. Pero sí seguir observando fascinados ese Gran Teatro del Mundo que no deja de proponer giros vertiginosos, como si un guionista inspirado por la Divina Providencia se cuidara de que el excepcionalismo estadounidense siga brillando en el concierto de las naciones. No en vano Dios y la historia, como dijo el menos dotado de los dos Bush que han ocupado la Casa Blanca, habían elegido a Estados Unidos como un “modelo para el mundo”. En un largo ensayo publicado en el 'New York Times' el analista Carlos Lozada se preguntaba si América (siempre esa grandilocuencia de tomar la parte por el todo) es una ciudad en una colina o una nación al borde del abismo. 

Lozada parte del sermón inspirado en San Mateo y que John Winthrop, abogado puritano y gobernador de la colonia de la bahía de Massachusetts, trasladó así en 1630: “Seremos como una ciudad en lo alto de una colina; los ojos de toda la gente estarán fijos en nosotros”. Ha corrido mucha sangre desde entonces, empezando por el genocidio de los indios que ocupaban un territorio que –como Israel, el otro pueblo elegido, en Palestina– no estaba deshabitado, y la de los esclavos negros que fundaron las bases de la riqueza y del sistema capitalista, gracias a esa mano de obra y a las exorbitantes ganancias propiciadas por el azúcar y el algodón (como recuerda Howard W. French en un libro extraordinario: 'Born in Blackness. Africa, Africans, and the Making of the Modern World, 1471 to de Second World War').

Lozada repasa la realidad y la fantasía de ese excepcionalismo, de esa singularidad, en un momento en el que la confianza de los ciudadanos de la superpotencia en tres instituciones clave (el ejército y los sistemas judicial y electoral) es la más baja entre los países más ricos del mundo y el grado de satisfacción con la democracia es el peor de los últimos 40 años, de ahí que se pregunte si las elecciones que pueden devolver a alguien como Trump al despacho oval serán más una cuestión existencial que excepcional. Trump, que nunca reconoció la victoria de Joe Biden, como la inmensa mayoría del Partido Republicano y sus fanáticos, galvanizado por el intento de asesinato, ya ha avisado de que no hay la menor posibilidad de que pueda perder. Y para ello ha metido una bala explosiva en la recámara de su Winchester de repetición: el senador J. D. Vance, quien llegó a temer que Trump pudiera convertirse en “el Hitler de América” y ahora le impulse a ello como su vicepresidente. El autor de 'Hillbilly', una elegía rural habla en primera persona de lo mal que han ido las cosas en las últimas décadas para muchas ciudades pequeñas del interior de Estados Unidos, y del empobrecimiento de una gran parte de la población blanca que ha sentido el abandono de Washington, Nueva York, Chicago y Los Ángeles. Tierra fértil para el mensaje populista, simplista y de odio que puede reinstalar a este Mussolini de nueva facha en el sillón más poderoso del mundo. Vance y Trump (bendecidos por grandes fortunas de la tecnología, con Elon Musk al frente) son maestros cantores de la falsificación al ofrecerse como paladines de la verdadera América porque van a desecar la ciénaga de Washington. Ya lo intentaron las huestes trumpianas al asaltar el Capitolio. 

Mientras contemplamos una montaña rusa que puede llevar al suicidio de Estados Unidos, leamos 'Sé mía', la última gran novela de Richard Ford en la que relata el viaje que emprende Frank Bascombe con su hijo enfermo de ELA al monte Rushmore: “los ojos clavados (…) en los cuatro rostros cincelados (…) Washington (el padre), Jefferson (el expansionista), Roosevelt I (el histrión, que parece haberse colado allí como el impostor) y Lincoln (el emancipador de cara imperturbable, aunque hay nuevos interrogantes al respecto). Ninguno de estos candidatos conseguiría ni un voto hoy en día: misóginos, homófobos, belicistas, embaucadores históricos, todos jugando con el dinero de la casa”. Trump quiere ver su jeta con la oreja rota en esa montaña de historia. ¿Cuántos millones votarán de nuevo su sarta de mentiras para 'Volver a Hacer América Grande Otra Vez'?

“Si el mundo tuviera curación, ya lo sabríamos desde hace más de dos mil años”, escribió Georges Bernanos en 'Los grandes cementerios bajo la luna'.

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