Opinión | Arenas movedizas

Jorge Fauró

Jorge Fauró

Periodista

Una odisea espacial

Lo de la pareja que lleva más de 40 días en el espacio sin poder regresar a la Tierra da para comedia romántica, película de terror, drama de ciencia ficción e, incluso, arte y ensayo

Los astronautas Barry 'Butch' Wilmore y Sunita 'Suni' Williams hablan desde la Estación Espacial Internacional.

Los astronautas Barry 'Butch' Wilmore y Sunita 'Suni' Williams hablan desde la Estación Espacial Internacional. / NASA / AP

La actualidad le está regalando a Hollywood y a las multinacionales de streaming un buen puñado de historias formidables, desde las guerras de Ucrania y Gaza al intento de magnicidio contra Donald Trump, acontecimientos que, a diferencia de la noticia que paso a contarles líneas abajo, se incardinan con naturalidad en el género bélico o en el cine político, lo dirija —en el caso del atentado contra el candidato republicano— Oliver Stone, el francés Costa Gavras o el bueno de Clint Eastwood, tres modos de narrar la conspiración, el compromiso o el punto de vista del guardaespaldas, del FBI o de la CIA.

Sin embargo, hay una historia mayúscula que está ocurriendo a 400 kilómetros por encima de nuestras cabezas que merece la atención del gremio de guionistas. Hay material ahí. Barry 'Butch' Wilmore y Sunita 'Suni' Williams son dos astronautas norteamericanos que despegaron el 5 de junio desde Cabo Cañaveral a bordo de la Starliner. Se trataba de una excursión de ocho días con destino de ida y vuelta a la Estación Espacial Internacional. Un viaje rutinario, como del Imserso galáctico, un trayecto con las expectativas por debajo de las grandes travesías a la Luna. La cuestión era probar la fiabilidad del vehículo. Pues ya está probada. La nave se ha averiado.

Para lo que la NASA está acostumbrada, la aventura de la Starliner era poco menos que un viaje en Cercanías. O en Rodalies. Lo mismo da. El resultado ha sido similar al que sufren a menudo los trenes de proximidad de las dos grandes ciudades españolas. Problemas de 'software' y en los sistemas de propulsión de la aeronave, dicen. La diferencia con la metáfora ferroviaria es que no puede uno forzar la apertura de puertas, saltar a la vía y llegar a pie a la estación. El caso es que Barry y Sunita tienen que apechugar y convivir en un espacio de cinco metros de altura por 4,56 de diámetro. Es la burbuja inmobiliaria de la galaxia. Unas vistas inmejorables desde un cuchitril con un coste de 2.000 millones de dólares. El Halcón Milenario le dio menos problemas a Han Solo.

Butch (61 años) y Suni (58) llevan más de 40 días varados en el espacio por una avería de la aeronave, que se estrenaba en una travesía espacial para mayor desgracia de Boeing, promotora del proyecto. Las fuentes espaciales aseguran que van a poder volver. Lo que no se sabe es cuándo. Major Butch to Ground Control. Ese «no se sabe» es lo verdaderamente inquietante y ya debe de haber activado a estas alturas las alertas de la maquinaria del ocio y del entretenimiento, aparte de las de Boeing y la NASA. ¿Cuentan a bordo con suficiente agua y comida enlatada o deshidratada? ¿Qué pasa con el papel higiénico? Resulta que las naves espaciales tienen un retrete, como en la Tierra, en el que lo importante es la capacidad de succión del mecanismo. Los tripulantes van provistos de un kit de higiene personal. Poca ciencia ficción hay ahí.

La misión está en ese momento en el que Hollywood o Netflix pueden convertir la historia en lo que quieran sus directivos. La más obvia es la comedia romántica. Con toda probabilidad es lo que Disney haría: dos astronautas veteranos se pasan el viaje discutiendo sobre si la avería se arregla aquí o allá para acabar enamorándose. Meg Ryan y Tom Hanks juntos de nuevo. Max se decantaría por el terror psicológico. Butch o Suni hacen que el naufragio estelar despierte en cualquiera de ellos al psicópata que llevan dentro. A partir de ahí ya se pueden imaginar. Un thriller a 400 kilómetros de altura con Sandra Bullock y Liam Neeson en un duelo de mentiras y argucias en el que solo puede quedar uno. En su apuesta por el arte y ensayo, Filmin optaría por algo en línea con Bergman. Infancias atormentadas, rupturas no superadas, los dos astronautas llorando a mares mientras en Cabo Cañaveral se preguntan qué rayos pasa allá arriba. Butch dando la matraca a Suni como aquel Jordi del procés con sus compañeros de celda.  Directa a Sundance. Dadas las dimensiones de la Starliner, lo de hacer un musical se complica.

Conjurados para tranquilizar a sus familias, Suni ha dicho: «Sienta bien estar flotando por aquí. Tanto Butch como yo ya lo habíamos hecho otra veces. Para nosotros es como volver a casa. No nos importa quedarnos aquí unos cuantos días más». La frase vale tanto para una comedia como para un thriller. Dirán algunos que sería una americanada, pero es que casi todo lo que ocurre allí es de película. ¿O no lo es también la campaña presidencial? Pero esa otra película se está rodando en la Tierra y solo puede ser de miedo.