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Joan López Alegre

Joan López Alegre

Periodista y exdiputado en el Parlament

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Un año que parecen cuatro

Sánchez ha generado una polarización de la que le es imposible escapar y que le ha acabado afectando

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención este miércoles con el Congreso para presentar el plan de regeneración.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención este miércoles con el Congreso para presentar el plan de regeneración. / Eduardo Parra / Europa Press

El próximo martes se cumple un año de las elecciones generales que Sánchez convoco contra pronóstico, perdió en votos, pero le sirvieron para prolongar su estancia en Moncloa. Si se mantiene en el cargo hasta septiembre de 2026 será el segundo presidente más longevo tras Felipe González, pero su problema es que este año ha sido eterno para él. 

Si se pregunta a la opinión pública a qué ha dedicado su tiempo el presidente durante su primer año de legislatura, de forma casi unánime, la respuesta será a la ley de amnistía. Los nuevos subsidios o el aumento del SMI quedan en un segundo plano ante la sensación de que Sánchez se reinventa cada vez que lo necesita con el fin de mantenerse en el poder. Su lucha contra los jueces, los casos de corrupción que atenazan su familia y la ocupación con gente cercana a su partido de todas las instituciones a su alcance hacen de Sánchez un líder ante el que hoy nadie permanece neutral. 

Él mismo, hablando desde la tribuna del congreso de “levantar muros” y al no sacarse de la boca a “la derecha y la ultraderecha”, en la que parecen caber desde su punto de vista amplias capas de la sociedad, ha generado una polarización de la que le es imposible escapar y que le ha acabado afectando. 

Los insultos cada vez que pisa la calle, por minoritarios que sean, sus risotadas en el congreso a costa del líder de la oposición, el relajo de su papel institucional en presencia del rey Felipe VI o sus desplantes a líderes internacionales como Meloni o Milei han acabado dibujando un liderazgo altivo y desapegado de la gente común. Es una imagen muy alejada del Sánchez joven y fresco que se presentó como un 'outsider' frente a Susana Díaz y recorrió España en coche para ganarse el favor de la militancia de base.  

Para más 'inri' sus socios están cada vez más inquietos y eso pone en apuros a un presidente acostumbrado a caminar sobre el alambre, pero que ahora ve como algunos de los que sostienen el cable de la gobernabilidad, como Junts, pueden tener la tentación de cortarlo. 

El presidente del gobierno tiene un margen de maniobra cada vez más estrecho, pero ya sabemos que su capacidad de supervivencia es más que un mito.  

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