Opinión | La hoguera

Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars

Escritor y periodista

No diga ultraderecha, diga nacionalismo

Los que no quieren mezclarse con otros ni se plantean ayudar al que no habla el mismo idioma son nacionalistas, y siempre lo serán

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 Piso tutelado por menas en Hortaleza.

 Piso tutelado por menas en Hortaleza.

Multiplicar cualquier cosa por cero da siempre cero y lo mismo pasa con el nacionalismo. Puedes añadir delante un ultra, un mega, un hiper o calzarle un “moderado” detrás, que seguirá siendo nacionalismo. En las negociaciones para repartir a un puñado de menas de los que saturan Canarias solo el nacionalismo ha opuesto resistencia. Llámese Vox, Junts, Bildu o ERC, es lo mismo. Nacionalista es todo aquel que considera que solo puede tener cerca a quien se le parezca.

Al llamar fascismo o ultraderecha a ciertos partidos se distorsiona su esencia nuclear, que es esta. Proponen más autonomía nacional y homogeneidad entre los habitantes de sus países, y de ahí que el globalismo sea su enemigo. Pero el globalismo es un enemigo que el nacionalismo no puede abatir. El mundo ha cambiado y los pensadores nacionalistas difunden sus textos desde dispositivos móviles compuestos por piezas de medio mundo, conectados a redes extranjeras y atravesados por aplicaciones diseñadas en Singapur.

Difundir nacionalismo por internet es como evangelizar sobre Dios en una orgía, y esta sensación de orgía es la que alimenta, paradójicamente, el sentimiento de repliegue y seguridad del nacionalismo.

No seamos tontos. Entre los menas hay niños desvalidos y también quinquis peligrosos. Llamar “niño” a todo es una estrategia tan zafia como compararlos a todos con el Vaquilla. Los centros de menas son una cosa imposible e infradotada, entre el orfanato, la clínica terapéutica y el reformatorio, y los vecinos de ciertos centros tienen perfecto derecho a quejarse cuando un grupo de menas le roba el móvil a su hijo.

Lo queremos o no, la inmigración supone un problema enorme, que es una forma de decir que representa un reto importantísimo. Así ha sido este reparto de 400 menas, de modo que dejemos de fingir que es una simple cuestión humanitaria. Los problemas siempre surgen, entre escasez económica y profesionales al límite, al día siguiente de la acogida: cuando la prensa y la política están hablando de otra cosa.

Sea como fuere, las pejigueras durante este reparto por parte de Vox y el resto de nacionalistas, entre ellos los que se dicen de izquierdas, quizá nos sirva para afinar las etiquetas y llamar a las cosas por su nombre. Los que no quieren mezclarse con otros ni se plantean ayudar al que no habla el mismo idioma son nacionalistas, y siempre lo serán.

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