Opinión

Gemma Robles

Gemma Robles

Directora de Red de Contenidos de Prensa Ibérica

Vox sale a matar (mal) a Feijóo

El líder de Vox, Santiago Abascal.

El líder de Vox, Santiago Abascal. / Fernando Sánchez / EP

Vox está redecorando su vida. Santiago Abascal, protagonizando otro divorcio para empezar una nueva relación: ha decidido romper con el popular Alberto Núñez Feijóo en España (y con Meloni en Europa) mientras corteja al polémico Viktor Orbán en la UE y a la radicalidad total sin matices ni disimulo ninguno en España. Caretas fuera, si es que alguna vez las hubo. Entramos en otra pantalla política que sacude un buen puñado de comunidades autónomas e instituciones. Atentos. 

Segunda reflexión: Abascal (y su equipo de fieles) han creado la madre de todas las crisis en la derecha española en tiempo récord. Y supuestamente lo ha hecho porque el PP ha aceptado acoger a un grupo de menores migrantes que han llegado solos a nuestro país, poniendo su vida en peligro y abandonado a sus raíces y a su sangre para buscarse un futuro. El ideal es que ni ellos ni sus familias se vieran abocados a dibujar un destino semejante lleno de incertidumbre, riesgo y como estamos viendo, insolidaridad y falta de visión de Estado de algunos. Pero la realidad es la que es, no la que quisiéramos que fuera. 

Ah, hablando de realidades: ¿será casualidad que Abascal haya montado semejante guirigay una vez que la ultraderecha se ha quedado sin el poder que acariciaba en Europa y, en Francia, han vuelto a quedarse a las puertas de gobernar ante la movilización de la izquierda? ¿Tendrá algo que ver en todo esto que en las europeas haya crecido una seta política, de apellido Alvise, a la derecha de Vox? ¿Habrá tenido alguna influencia que Espinosa de los Monteros, junto a otros ‘purgados’ por la actual dirección, sopese montar una plataforma desde la que hacer oír su voz en la derecha extrema? ¿Puede haber algo más en los cajones donde se ocultan los verdaderos motivos que explican las grandes decisiones o realmente esto es para castigar a los que se prestan a acoger a unos centenares de menores?.

Tercera reflexión: El PP ha hecho lo que tenía que hacer: decidir sus políticas y demostrar que ni acepta chantajes sobre una materia tan delicada como inmigración (en la que además hay una postura común pactada en Europa recientemente) ni órdagos de los supuestos socios. Alberto Núñez Feijóo ha tenido, tiene y tendrá mucha presión dentro y fuera, pero su postura es la que se espera de alguien que aspira a gobernar España y sentarse en cumbres europeas e internacionales de nivel. Además, los primeros indicios apuntan a que sus gobiernos autonómicos van a intentar aguantar aunque Vox haya anunciado que se va de aquellos en los que tenía sillones y que retira también el apoyo parlamentario y estratégico.

Sería positivo que, en aquellos lugares donde resulte realista y necesario, los populares que gobiernan pero necesitan apoyos pongan sobre la mesa proyectos que puedan encontrar el consenso cómplice, y no únicamente la crítica y oposición simple y burlona, de otros partidos que, con razón, han venido advirtiendo del peligro de pactar con una ultraderecha que no cree en la institucionalidad –mucho menos en la autonómica-. Es hora de mojarse y demostrar si, como se ha dicho en mítines e intervenciones públicas, puede haber acuerdos de Estado para aislar al extremismo, definitivamente, de las administraciones y abrir de par en par las ventanas de la política transversal y pragmática en tiempos revueltos. Los ciudadanos necesitan estabilidad, presupuestos para garantizar su bienestar y leyes y decisiones que les faciliten la vida. ¿Se atreven todos a pasar de pantalla o solo Vox?.