Director de EL PERIÓDICO
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
¡Eduquen, por favor!
El actual presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, practica una suerte de populismo azucarado. Un estilo que desplegó en sus ruedas de prensa durante los días más duros de la pandemia. Mientras Salvador Illa transmitía datos, gravedad y seguridad, Sánchez nos trató como un padre comprensivo que atendía nuestro dolor y nos ofrecía consuelo para el presente y sus mejores deseos para el futuro. Esa forma de hacer la ha acabado extendiendo a otros momentos de su presidencia. Por ejemplo, cuando el precio de la luz se disparó tras el estallido de la guerra en Ucrania (y hoy tenemos un ejemplo más del fiasco en este asunto) o cuando trata de empatizar con nuestras dificultades para acceder a la vivienda con medidas como las anunciadas este miércoles que suenan muy bien para quienes no entienden la complejidad del fenómeno. Sánchez no es ni el único ni el más azucarado de los políticos actuales, pero esa cara que pone de no haber roto nunca un plato antes de recetarnos una solución mágica para algo que nos inquieta es ciertamente determinante en su forma de liderazgo.
Asistimos estos días a un gran fiasco provocado por una promesa que en el momento de hacerse ya se sabía que era imposible de cumplir. Sánchez anunció a bombo y platillo, ya no recuerdo en que campaña electoral, que el Gobierno pondría en marcha una app para garantizar el control parental en el acceso de los menores a la pornografía. Sin demasiada base científica y con nula carga académica, se ha instalado en la sociedad española la convicción de que los menores consumen más pornografía que nunca y que todas las barbaridades que hacen algunos desalmados surgen de ese entorno. Pues bien, la app que ha diseñado el bueno del ministro Escrivá no consigue evitar que los menores accedan a las 10 webs pornográficas más vistas, no consigue comprobar la edad del usuario que pretende acceder y, en consecuencia, no sirve para lo que se encargó. Alguien habrá ganado un suculento concurso de concesión. Porque Escrivá ha constatado lo obvio: para cumplir con lo prometido solo hay un método y es el muro al estilo del gobierno chino que limita el acceso de los usuarios a la red. La solución es otra. En una sociedad en la que el 100% de los padres ha completado la enseñanza obligatoria, en la que el 100% de los menores está escolarizados y en la que hay disponibles todo tipo de recursos públicos para tratar patologías, la manera de evitar que los menores se formen sexualmente a través de la pornografía es muy sencilla: decirles a los padres y a la escuela que hagan su trabajo y eduquen a los menores, con reglas, criterios, normas y valores. Y apoyándolos en su autoridad. Pero claro eso es más incómodo que decirles que les limpiarán la mala conciencia para que pueden seguir consistiendo con todo. Eduquen, por favor. No hay ninguna app que lo pueda hacer por ustedes.
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