Morbo de alquiler

La PAH se moviliza por el suicidio de las dos hermanas antes de ser desahuciadas / ZOWY VOETEN

La muerte de las hermanas horas antes de ser desahuciadas muestra una herida crónicamente abierta. La del vacío desesperante de quedarse sin hogar en una sociedad que traiciona a la clase trabajadora, en especial a sus mayores. Trabajar, siendo profesional o no, para sobrevivir en una habitación con poca luz en un piso compartido con extraños random sólo puede generar vértigo. Si no hay horizonte florece una desesperación claustrofóbica. Una realidad lógicamente enloquecedora.

Sin embargo, el suicidio no es monocausal. Y una noticia de esta gravedad puede ser una oportunidad. Aunque haya quien aproveche a revolver el morbo para el algoritmo, el eje puede, debería, girar hacia la salud mental. Qué también está en igual emergencia que el alquiler si una sesión con un terapeuta, un especialista en psicología, cuesta arriba de 60 euros una hora. Y conseguir un turno en un CAP cualquiera es una odisea de meses.

Hace tiempo que El Periódico inauguró una sección llamada Sanamente a cargo de Fidel Masreal. Allí él reveló que en Catalunya y el conjunto de España el número de suicidios tras la pandemia se ha incrementado notablemente. De los 80 a esta parte "los datos sobre muertes tras un trastorno mental son demoledores: se han multiplicado por 2,5", informa el periodista. Que además en cada una de sus piezas hace propuestas para poder pedir la ayuda correspondiente.

Esta es la seriedad con que se debe informar en los medios de comunicación en un contexto asfixiante por la crisis de la vivienda precaria y la salud mental inaccesible. ¿De qué sirve saber de qué piso cayeron las hermanas? ¿Qué marcas dejaron en el piso? ¿Qué tipo de relación tenían entre ellas? Si no se abordan con seriedad y desde una perspectiva de derechos humanos las rajas en las estructuras sociales que pueden empujar al vacío a cualquiera de nosotros.