Edadismo
Ernest Folch

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Editor y periodista

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No es país para viejos

Nos escandalizamos ante los balbuceos de Biden pero nos parece incluso positiva la inquietante inexperiencia de Bardella, que puede ser primer ministro de Francia con sus ridículos 28 años

¿Se puede reemplazar a Biden?

Jordan Bardella, el delfín de Marine Le Pen que ha catapultado a la extrema derecha en las elecciones europeas

El presidente de EE UU y candidato a la reelección, Joe Biden, durante el cara a cara contra Trump en la CNN.

El presidente de EE UU y candidato a la reelección, Joe Biden, durante el cara a cara contra Trump en la CNN. / Brian Snyder

De acuerdo, Biden probablemente no esté capacitado para presidir un mastodonte como los Estados Unidos de América y el partido demócrata debería correr a buscar un sustituto. Pero antes de que los titubeos de Biden se transformen en materia únicamente política, vale la pena volver al momento exacto en que un hombre de 81 años se queda sin palabras ante la mirada despiadada de todo el planeta. Si solo pensamos en la persona y no en el presidente es inevitable conmoverse ante sus tartamudeos y esta voz que no logra salir, acechado por el monstruo de Trump. ¿Quién no tiene un padre, un abuelo, un ser querido al que a veces no le salen las palabras? Hay algo inquietante, por no decir repugnante, en la manera cómo todos hemos corrido a destacar la senilidad de Biden como si fuera el peor de los defectos, como si nos preocuparan más los titubeos de una persona mayor que las mentiras del psicópata que tiene al lado. En el fondo de este debate, hay una terrible evidencia, y es que preferimos la fortaleza de un loco mentiroso a la debilidad de una buena persona, y subyace un espantoso rechazo a la vejez. La velocidad con la que hemos corrido a jubilar a Biden es la misma con la que apartamos a la gente mayor de la sociedad. Sí, puede que el presidente americano no pueda ya presidir ningún país, pero el circo montado alrededor de sus achaques nos delata más a nosotros que a él mismo.

En el otro extremo de la humillación a Biden, Francia vivió el domingo una histórica jornada electoral en la que, más allá de la victoria de la extrema derecha, encumbró a un político de solo 28 años. La victoria del RN de Marine Le Pen confirma a Jordan Bardella, un veinteañero que casi acaba de terminar sus estudios, como sólido candidato a ser primer ministro en la segunda vuelta de las elecciones. La biografía de Bardella cabe en una sola línea: entró en política a los 17 años y tras una ascensión meteórica en el FN de Le Pen, fue elegido diputado al Parlamento Europeo con solo 23 años. Dicen que Bardella es listo, oportunista y tiene una gran capacidad de persuasión, ¿pero qué decisiones puede tomar una persona sin ninguna experiencia en una posición tan crítica como la de primer ministro de Francia? Lo que es llamativo es el contraste entre la situación de Estados Unidos y la de Francia. Biden, de 81 años, podría ser el abuelo de Bardella. Pero mientras los balbuceos del presidente americano se convierten en un escándalo mundial, la inmadurez de Bardella parece no preocupar absolutamente a nadie. Al revés, se nos vende a la nueva estrella del RN como una persona enérgica y preparada, puesto que la experiencia, más que un valor, parece ser un lastre. En un debate reciente, Bardella se enfrentó a Gabriel Attal, el actual primer ministro, de solo 35 años y a Manuel Bompard, de 38. Ninguno de los tres políticos franceses en el debate decisivo no llega ni siquiera a los cuarenta años, un síntoma de los tiempos que corren. En el fondo, el rechazo a la senectud de Biden y la exaltación de la semiadolescencia de Bardella son dos caras de la misma moneda. Crece la idea, cada vez menos subliminal, de que nuestro mundo no es país para viejos, como escribió Cormac Mc Carthy. Algo, por cierto, incluso más preocupante que la irrupción de la extrema derecha.

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