Ocho semanas de diversión, aprendizajes... y desigualdades
Muchos chicos y chicas pasan el verano en entornos menos estimulantes o incluso solitarios (terreno fértil para las adicciones digitales), lo que puede tener repercusiones negativas en su desarrollo personal y social
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Colonias de verano / Fundesplai
El curso escolar llega a su fin. Por delante dos meses (sin contar el mes de agosto), llenos de posibilidades para niños y niñas. Ir de colonias, campamentos, rutas, casales, campus deportivos, artísticos, tecnológicos, 'dolce far niente' (que tiene su valor, sin duda alguna); la macedonia está servida. Las familias llevan meses intentando encajar el tetris del verano, a menudo un verdadero juego de malabares para conciliar horarios de trabajo, intereses de los niños, lo que pensamos que les conviene más y el presupuesto. Y esto en el mejor de los casos. La otra cara de la moneda, una vez más, las familias con menos recursos dependerán de las ayudas de la administración y del apoyo de las entidades sociales para poder acceder a alguna de estas actividades que, lejos de ser un capricho, son de un valor educativo incalculable. Así pues, comienza el período educativo donde las desigualdades se agudizan notablemente.
Mientras las colonias y campamentos ofrecen oportunidades únicas para desarrollar habilidades sociales y emocionales, autonomía, trabajo en equipo y un contacto más cercano y saludable con la naturaleza, a menudo los programas especializados de los casales y los campus fomentan intereses más específicos. Sin embargo, todas estas actividades tienen un coste elevado y para muchas familias la preocupación principal no es qué actividades de verano pueden ofrecer a sus hijos e hijas, sino cómo garantizar que tengan acceso a algún tipo de actividad.
Hoy, los esfuerzos de las administraciones públicas y las entidades sociales no aseguran que todos los niños y niñas tengan la oportunidad de disfrutar de un verano enriquecedor. La demanda de ayudas supera a la oferta y muchas familias quedan en la cola, esperando becas que, o bien no llegarán, o bien no serán suficientes, o bien, llegarán tarde.
Las consecuencias de esa desigualdad veraniega van más allá. Algunos estudios han demostrado que los niños que no participan en actividades educativas en verano tienden a experimentar una "pérdida de aprendizaje" (Fundación Bofill, 2003) durante los meses de vacaciones. Esta pérdida puede incrementar las diferencias académicas entre los niños y las niñas de diferentes contextos socioeconómicos, haciendo que aquellos que provienen de familias con menos recursos tengan mayores dificultades para mantenerse al día cuando comienza el nuevo curso escolar.
Además, la falta de acceso a estas actividades puede afectar a su bienestar emocional y físico. Muchos chicos y chicas pasan el verano en entornos menos estimulantes o incluso solitarios (terreno fértil para las adicciones digitales), lo que puede tener repercusiones negativas en su desarrollo personal y social.
Es esencial que como sociedad nos esforcemos por asegurar que todos los niños puedan disfrutar y aprovechar al máximo las deseadas vacaciones de verano en igualdad de oportunidades, y regresen en septiembre con energías renovadas y nuevos conocimientos para encarar el curso.
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