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Ernest Folch

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Editor y periodista

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¡No queremos votar!

La nueva financiación es el campo de juego fijado para la investidura de Illa: Esquerra ya tiene el relato para evitar el 'harakiri' de unas nuevas elecciones

ERC avisa al PSOE de que la financiación singular es el "mínimo exigible" para la investidura de Illa

Puigdemont acusa a Sánchez de chantajear con la "financiación singular" sólo para investir a Illa

ERC avisa que un apoyo a Illa será difícil si Sánchez no mueve ficha con la financiación

EFE

Para entender hacia donde va la política catalana, sigan las señales de humo de Esquerra Republicana, que vive desde hace semanas en una paradoja asombrosa: la diabólica combinación de unos pésimos resultados electorales con la posesión de la única llave real de la investidura. El partido republicano afronta unas importantes grietas internas por primera vez en muchos años, pero tiene ahora mismo una influencia capital. Mientras Puigdemont es víctima del error de proponer una investidura que no existe y que en realidad no quiere (para que no se evidencie que efectivamente era un ‘fake’), Esquerra tiene en sus manos el destino de la investidura, del 'procés' y en realidad del futuro del independentismo. Eso sí, tiene que escoger entre dos escenarios diabólicos (investir a un socialista o elecciones), y esta decisión, estrictamente binaria, marcará probablemente el devenir de la política catalana de la próxima década.

Después de algunas semanas de confusión, en las que ha ido oscilando entre el procesismo anacrónico de fingir en la Mesa del Parlament una mayoría independentista que ya no es y el intento fallido de entrar en un gobierno del PSC en Barcelona, el escenario empieza a clarificarse. No parece ninguna casualidad que, en menos de veinticuatro horas, Pedro Sánchez diga que “la financiación singular de Catalunya” es factible y Marta Rovira afirme que “el concierto económico es el mínimo exigible” para la investidura de Illa. Las posiciones están todavía alejadas pero, por primera vez, se fijan los límites del terreno de juego. Las declaraciones hace unos días de la vicepresidenta María José Montero, defendiendo un sistema de financiación específico para Catalunya, con su correspondiente reacción histérica, confirman que Pedro Sánchez es capaz de abordar otro tema tabú en la política española. Después de la batalla campal de la amnistía, cualquier cosa, incluso la financiación, es un reto asumible. Esquerra lo sabe, y por eso acepta el nuevo campo de acción, aunque sea fijando un precio muy alto. También sabe que en esta partida deberá sacrificar alguna pieza mayor, probablemente el referéndum, una exigencia que ha perdido la mayoría parlamentaria que la sustentaba. Esquerra tiene ahora una última oportunidad para afianzar el independentismo pragmático que tan dolorosamente inició en 2020, y que tan poco se le ha reconocido. Volver otra vez al procesismo estéril supondría tirar por la borda todo el esfuerzo construido durante tantos años. Y además puede exhibir lo más importante: con el acuerdo evitaría unas nuevas elecciones. Nadie entendería que en un país donde se necesitan acciones de gobierno de manera urgente, se le vuelva a preguntar a la gente lo que en realidad ya ha dicho. Después de un lustro marcado por aquel grito de ”President, posi les urnes!”, y constatado que desde 2010 no se ha terminado ni una sola legislatura en condiciones normales (la única que se agotó, 2017-2021, fue una anomalía por la intervención del 155), una nueva convocatoria electoral generaría un rechazo frontal que podría llevarse por delante a algunos partidos, entre ellos Esquerra. No queremos votar, o al menos, no queremos votar cuando ya lo hemos hecho. El mensaje es claro: negocien y entiéndanse o el castigo será bíblico. Los nihilistas que sueñan con nuevas elecciones que vigilen, porque a veces es mejor estar en la oposición que desaparecer.

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