Política catalana
Astrid Barrio

Astrid Barrio

Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

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Merecer la verdad

No solo refuerza la idea de que el procés tiene una naturaleza más top-down que bottom-up sino también permite plantear la hipótesis de que es más un fenómeno de larga duración que de unos pocos acontecimientos

Un momento del juicio del procés.

Un momento del juicio del procés.

El procés soberanista ha sido el acontecimiento de mayor impacto en la política catalana y española desde la transición. De hecho, todavía no es posible afirmar que el procés haya terminado, por mucho que haya quien sostenga que con la amnistía ha llegado a su fin, y tampoco es posible atisbar cuáles serán las consecuencias a largo plazo. Persisten dudas en cuanto a su duración, a sus efectos pero también respecto a sus causas. En este sentido la explicación más habitual es que el procés fue el resultado del descontento social provocado por la sentencia del Tribunal Constitucional declarando nulos diversos artículos del Estatut de Autonomía de 2006.

Según este relato ese malestar se habría articulado de manera autónoma alrededor de las entidades soberanistas, la vieja Omnium Cultural y las nuevas Assemblea Nacional Catalana y Associació de Municipis per la Independència. Y habrían sido ellas, gracias a su elevada capacidad de movilización demostrada en la Diada de 2012 las habrían forzado un cambio de posición en los partidos, en particular de Convergència i Unió, que los habría llevado a comprometerse con la idea del "dret a decidir" que se satisfaría con una consulta de autodeterminación. El procés, por tanto, se habría iniciado en la base y sería su fuerza y su determinación lo que habría empujado a las élites en la dirección deseada. Frente a esta explicación bottom-up, algunos académicos, pocos, venimos defendiendo hace tiempo que muy al contrario el procés soberanista es sobre todo de naturaleza top-down, és decir que ha sido diseñado y dirigido por las élites partidistas, una idea además nada ajena a los movimientos nacionalistas, ya que todos ellos suelen serlo. Lo novedoso ha sido su enorme capacidad de hacer creer lo contrario. Al menos hasta ahora.

Sin embargo, David Madí, uno de los cerebros de la estrategia del soberanismo que dio lugar al procés mucho antes de 2010, acaba de publicar 'Merecer la victoria', una obra en la que ha matizado esta idea señalando la centralidad de la clase política y recalcando el papel protagonista de una nueva generación de políticos. Justamente esos que en los años 90, como él, militaron en las juventudes, partidistas o no, pero siempre de matriz nacionalista, que compartieron experiencias de socialización política, que tenían una posición en la cuestión nacional más radical que la de sus mayores y que a medida que se incorporaron a los partidos nacionalistas como cuadros o dirigentes acabaron arrastrando al conjunto de la formación. No sin antes, como junto con otros colegas demostrado en algunas investigaciones llevadas a cabo en el seno del Grupo de Elites y Partidos del ICPS, haber pasado por una etapa anómala, al menos según las teorías clásicas sobre la base humana de los partidos de partidos, en la que los dirigentes superaron en radicalidad nacionalista a los militantes que tradicionalmente suelen los más radicales.

Así, la visión de Madí no solo refuerza la idea de que el procés tiene una naturaleza más top-down que bottom-up, sino también permite plantear la hipótesis de que es más un fenómeno de larga duración que de unos pocos acontecimientos. Y a su vez, permite cuestionar la naturaleza de las entidades nacionalistas, para muchos el motor del procés, cuando en realidad, de acuerdo con la lógica top-down serían más bien grupos de presión al servicio de los partidos, es decir organizaciones de masas afines, como suele ser habitual.

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