Opinión | En clave europea

Eliseo Oliveras

Riesgos poselectorales de la UE

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Alberto Nuñez Feijoo, líder del PP, partido al que los sondeos dan por vencedor a nivel europeo

Alberto Nuñez Feijoo, líder del PP, partido al que los sondeos dan por vencedor a nivel europeo / France Presse / OSCAR DEL POZO

Las elecciones al Parlamento Europeo, que concluirán el 9 de junio, pueden reorientar la Unión Europea (UE) hacia un modelo más autoritario, con políticas económicas antisociales y menos interés en la transición energética verde y el cambio climático. El nuevo hemiciclo estará muy escorado a la derecha, según los sondeos. Socialistas, verdes y las otras fuerzas de izquierda perderán peso y se augura a la ultraderecha un avance histórico, aupada por el voto del descontento.

En las elecciones europeas es donde se produce un mayor voto de protesta contra los partidos tradicionales y los gobiernos a favor de la ultraderecha. El desencanto generalizado respecto a las instituciones y partidos políticos favorece asimismo una abstención muy elevada. El 2019, sólo el 50,6% de los europeos acudió a votar y la participación fue inferior al 40% en nueve estados. La baja participación perjudica a las fuerzas progresistas, cuyos simpatizantes desisten decepcionados de ir a votar, mientras beneficia a la derecha y la ultraderecha.

El Eurobarómetro de la Comisión Europea señaló en mayo que el 73% los europeos no confía en los partidos políticos, que están desacreditados incluso en los países escandinavos. El 58% de los europeos también considera que las cosas van en la mala dirección en sus países, llegando el porcentaje al 73% en Francia (59% en España). El 61% de los europeos tampoco confía en sus gobiernos, un porcentaje que sube al 74% en Francia (66% en España). Solo daneses y luxemburgueses confían en sus gobiernos.  

El Partido Popular Europeo (PPE), al que los sondeos dan como ganador, ya ha asumido gran parte de la agenda política de la ultraderecha, comparte su programa económico neoliberal (rebaja de impuestos, recorte del gasto social y desregulación) y gobierna con los ultras a nivel nacional (en Italia, Suecia, Finlandia, Países Bajos, Croacia) y regional (en España y Austria). Los tics autoritarios han arraigado en sus afiliados nacionales, como el PP español (ley mordaza, discursos trumpistas, demagogia ultra, instrumentalización de la justicia y de medios de comunicación, demonización de los rivales políticos), la Nueva Democracia griega (acoso a la prensa, espionaje telefónico a políticos y periodistas) y el GERB búlgaro de Boiko Borísov (intimidación a periodistas, política mafiosa).

Una ultraderecha reforzada, pese a sus divisiones y falta de homogeneidad, condicionará la política europea en numerosos ámbitos, en los que populares y liberales pactarán con los ultras para reorientar la política europea y no tener que llegar a compromisos con los socialistas y verdes. El Pacto Verde europeo será la primera víctima, dada la oposición expresada a las medidas previstas por populares, liberales y ultras. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que multiplica sus guiños a la posfascista primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ya ha relegado a segundo plano su antigua prioridad del Pacto Verde.

Las leyes que antepongan seguridad a libertades y derechos, como el espionaje de las telecomunicaciones privadas, serán más fáciles de aprobar, gracias a la suma de votos populares y ultras. El avance de la ultraderecha favorecerá asimismo el endurecimiento de la política migratoria, al hacer frente común con populares, liberales y países del Este, pese a que la UE necesita inmigrantes para compensar su declive demográfico y evitar el declive económico. Meloni propone el modelo de su pacto con Albania para trasladar a los inmigrantes rescatados y demandantes de asilo a centros fuera de la UE. Otros 14 países de la UE ya han pedido a la Comisión Europea fórmulas similares.

La política económica neoliberal y de ajuste presupuestario en la UE también saldrá reforzada por la prevista mayoría de populares, ultras y liberales, lo que amenazará el futuro del modelo social europeo y pondrá en peligro unos servicios públicos nacionales al borde del colapso. El futuro marco presupuestario plurianual 2028-2034 de la UE, que debe comenzar a elaborarse la año próximo, corre el riesgo de carecer de los fondos adecuados para abordar los múltiples retos europeos.

Los planteamientos nacionalistas y euroescépticos de la ultraderecha, sumados a la oposición a ceder más competencias nacionales a la UE de los populares europeos y de los países del Este, impedirán avanzar hacia una mayor integración política europea y pactar las reformas indispensables para poder admitir a nuevos miembros, como Ucrania, Moldavia y los países balcánicos.