Obsolescencias programadas

Se nos escacharró en casa el lavavajillas. En el peor momento, pues estaba lleno hasta los topes, y hubo que vaciarlo pieza a pieza, los tenedores, los platos, la cacharrería, fregarlos a mano y llamar al técnico para que reparase la supuesta avería. Resultó que una astilla de cristal —se había roto un vaso dentro— obstruía la bomba de desagüe. La broma salió por casi 100 euros, que apoquiné incluso aliviada habiéndome temido lo peor: que la obsolescencia programada hubiese decretado la muerte súbita del aparato. En ese preciso instante me acordé de Europa, de las medidas aprobadas esta legislatura para evitar que salga a cuenta fabricar electrodomésticos con el final de su vida útil planificado: las empresas tendrán que facilitar reparaciones sí o sí. Bruselas también nos libró del ‘roaming’ en los móviles, y es uno de los pocos lugares donde parecen tomarse en serio las malditas botellas de plástico. Solo por cuestiones como estas, habría que ir a votar el domingo.

Más tarde, el mismo día del lavaplatos, zapeando por esos canales fantasmales, el mando de la tele quiso detenerse en un reportaje sobre Alemania. Entrevistaban a pie de calle a un jubilado que, entre la pensión y un trabajillo, ganaba unos mil euros al mes, de donde debía pagar el alquiler. Exhausto por el descenso del nivel de vida, agravado por la guerra en Ucrania y la inflación, el hombre estaba persuadido de votar a la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD). El hombre vivía en Turingia, uno de los cinco estados alemanes que pertenecieron a la RDA y en cuyo territorio se ubica el Memorial de Buchenwald, profanado en varias ocasiones con esvásticas y pintadas que dicen «hass» (odio). Los sondeos siguen dando todavía un segundo lugar en intención de voto a la AfD, a pesar de los múltiples escándalos y las declaraciones de su hasta ahora líder, Maximilian Krah, en el sentido de que no todos los miembros de las SS hitlerianas fueron criminales. Sus palabras le valieron la expulsión en la Eurocámara del grupo ultraderechista Identidad y Democracia (ID). Entre tanto, la izquierda en caída libre y la abstención al alza 

El fenómeno atañe a todo el continente, donde las encuestas vaticinan el triunfo de opciones populistas y de extrema derecha el 9J. Si aciertan y el Parlamento Europeo vira a la derecha, supondrá el ocaso de la mayoría histórica que ha gobernado Europa desde el fin de la segunda guerra mundial y la derrota del nazismo; esto es, una alianza entre socialdemócratas, democristianos y liberales. La ultraderecha concurre con un cambio de estrategia: ya no abogan por la salida de la UE, sino por la transformación desde dentro, como si llevaran programada en sus circuitos internos la obsolescencia de los ideales que impulsaron una idea de Europa y la democracia. ¿Será viable renovar el pacto fundacional? Confío en que sí. Presiden la mesa asuntos candentes, como la inmigración, que conviene solventar entre todos. Afrontándolos.  

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