Opinión |
Tras el 12M
Pilar Rahola

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Periodista y escritora

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Una presidencia escurridiza

Ahora parece más posible la investidura de Puigdemont o la repetición electoral, que la presidencia de Illa, a no ser que ERC se pusiera una soga en el cuello y volviera a validar a los socialistas

Archivo - El presidente del Consell de la República, Carles Puigdemont (i), y el vicepresidente del Consell de la República y eurodiputado de Junts, Toni Comín (d), durante la constitución de la Asamblea Territorial del Consell de la República, a 2 de mar

Archivo - El presidente del Consell de la República, Carles Puigdemont (i), y el vicepresidente del Consell de la República y eurodiputado de Junts, Toni Comín (d), durante la constitución de la Asamblea Territorial del Consell de la República, a 2 de mar / Glòria Sánchez - Europa Press - Archivo

A pesar de que parecía la opción más probable, lo cierto es que la presidencia de Illa está cada vez más lejos. Las circunstancias políticas, que son volátiles desde hace tiempo, mueven tanto las variables que igualan las diferentes posibilidades.

Al final, hay tres elementos de peso que, desde el inicio, enfrían el cava en la sede de la calle de Pallars: una, que Puigdemont presenta batalla y es la llave imprescindible de la Moncloa; dos, que ERC no está en situación de hacer florituras con los socialistas y, si no han jugado a la confusión, envían signos de cambio de rumbo estratégico, en dirección eje nacional; y tres, que el PP es la clave de las dos votaciones importantes, tanto de la presidencia del Parlament, como de la investidura, en función de si decide hacer un Collboni o lo rechaza. De momento, tal y como están las cosas en este preciso instante, Salvador Illa solo cuenta con Comuns y no tiene garantizado nada más, de manera que está equilibrado con Puigdemont, que tampoco tiene nada garantizado, pero se han abierto expectativas. En el ámbito catalán, pues, la partida está más enredada que nunca.

A todo esto hay que añadir la batalla por las europeas que, a pesar de ser las más anticonceptivas de la historia, tendrán consecuencias de peso en la política española. De entrada, si el PP gana al PSOE, el primer giro desfavorable a Sánchez se habrá concretado, y todavía más si la alianza de partidos de extrema derecha pasa a la segunda posición europea, como es posible. A la vez, el probable 'sorpasso' de Irene Montero a la candidata de Sumar también añade presión a Sánchez, que verá como se le vuelve a desestabilizar el flanco a la izquierda, que creía tener controlado con Yolanda Díaz. Al revés, si el PSOE ganara al PP -como asegura el siempre fiel CIS -, las opciones también están abiertas porque consolidarían un Sánchez que podría tener la tentación de adelanto electoral, si se siente bastante seguro de mejorar los resultados. Sobre todo si no hay acuerdo en Catalunya con Puigdemont y la presión aumenta a la Moncloa.

Ahora llega Feijóo y saca la carta de la moción de censura. Es cierto, en favor del líder del PP, que ha sido muy prudente a la hora de plantearla, pero ya está dicho, y está dicho también que la idea de que Junts estuviera en la ecuación no es absolutamente inimaginable. La cual cosa nos devuelve en Catalunya, el tablero donde realmente se juega la partida. ¿Es posible imaginar que Junts se abstuviera en una moción de censura del PP? Difícil, ¿pero por qué no? Puigdemont ha dejado claro que no hay ninguna complicidad, ni confianza con Sánchez, que ambos partidos, PP y PSOE, han formado parte de la represión integral al independentismo, y que los siguientes pasos dependen de lo que pase en Catalunya, con el agrio recuerdo de la operación PSC-PP en Barcelona, que hurtó la alcaldía a Trias. Además, también hay que ver cómo evoluciona la amnistía y no ayuda nada que el PSOE esté haciendo trilerisme con los 'tempos' de la publicación en el BOE, añadido a la jugada sucia que ya hicieron con Aragonès a la hora de decidir la fecha electoral de las catalanas, especialmente pensada para que no hubiera ninguna posibilidad de que Puigdemont hubiera vuelto. Hay, pues, un pacto de investidura, pero a partir de aquí hay un camino cada vez más pedregoso.

La cuestión principal es si Junts juega fuerte a hacer política hasta el final, como ha hecho desde los acuerdos de investidura. Es decir, si deja claro que la investidura de Puigdemont es una pieza innegociable, y que si el PSOE la veta, habrá consecuencias. Lo que Junts no puede hacer es insinuar que puede hacer caer Sánchez, y al final quedarse a medio camino. De hecho, Comín ya ha puesto la hipótesis en circulación, pero este serio aviso solo se puede hacer si realmente hay voluntad de ejercerlo, o se corre el peligro de hacer el ridículo. Claro que Sánchez puede dar un golpe a la mesa y avanzar elecciones, pero esta es la última bala que le quedaría y podría ser letal.

Sea como fuere, las tornas se han invertido y ahora parece más posible la investidura de Puigdemont o la repetición electoral que la presidencia de Illa, a no ser que ERC se pusiera una soga en el cuello y volviera a validar a los socialistas. Pero es difícil porque son justamente los acuerdos con los socialistas, los que han ahogado a los republicanos. En todo caso, queda claro que todas las piezas están en el tablero y la partida de ajedrez es imprevisible.