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Albert Sáez

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Director de EL PERIÓDICO

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Nuestros queridos publicistas vampiros

Ambiente previo a la final de Champions Femenina

Ambiente previo a la final de Champions Femenina / Gerard Escaich Folch / ACN

No sé si se fijaron en el despliegue publicitario del pasado fin de semana con motivo de la victoria del FC Barcelona en la final femenina de la Champions. Multitud de marcas, desde entidades financieras hasta compañías aéreas y energéticas quisieron unirse a las celebraciones por el póquer que consiguió el equipo entrenado porJonathan Giráldez. Como explicó la directora adjunta, Gemma Martínez, ha sido un éxito contra pronóstico, basado en las neuronas y no en la testosterona y al que EL PERIODICO le ha prestado la atención que se merece y lo seguirá haciendo. Como lo hace recurrentemente con el espacio ‘Empoderadas’ en el que recogemos cómo las mujeres van conquistando el espacio que les corresponde en todos los aspectos de la vida social, económica, política, cultural y deportiva.

Pero pasadas las celebraciones, me gustaría poner foco en cómo la publicidad acompaña los cambios sociales. El anticapitalismo furibundo considera que las marcas utilizan los anuncios para inocular a las audiencias necesidades que no tienen o valores que acaban por perjudicarlos como personas. No niego que haya intentos de esa publicidad persuasiva. La mayoría infructuosos. Nadie compra algo que no necesita o que va contra sus principios. Otra cosa es que algunas necesidades nos resulten inconfesables o que algunos valores que defendemos no coincidan con los que nos parece que tendríamos que defender y defendemos en las encuestas, pero no en nuestros hábitos. La publicidad es más que nada un vampiro de los valores que impregnan a los individuos. Lo que ocurre es que demasiadas veces son los publicitarios los primeros en identificar su irrupción y nos da la sensación de que los imponen. Siento en este punto llevar la contraria a los marxistas clásicos, pero lo cierto es que la publicidad tiene menos poder transformador del que se le atribuye. Lo que consigue es resignificar algunas marcas con determinados valores cuando son hegemónicos. En el caso del fútbol femenino se dieron cuenta rápido de que el empoderamiento era una tendencia. Y a esa ola se han subido. En eso se distinguen de la propaganda que sí que quiere decirnos lo que tenemos que pensar y hacer.  

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