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Josep Maria Fonalleras
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Infiernos de ahora y del futuro

No se trata solo de una injusticia profunda, sino de la falta absoluta de humanidad, del genocidio que, además, convoca a los demonios del desprecio y la risa sarcástica

Última hora de la guerra entre Israel y Gaza, en directo

¿Ha perdido el rumbo Israel? Cómo el realismo dejó paso al extremismo que ha destruido Gaza

Un ataque israelí en un campamento de desplazados en Rafah deja alrededor de cincuenta gazatíes muertos

Un ataque israelí en un campamento de desplazados en Rafah deja alrededor de cincuenta gazatíes muertos / Abed Rahim Khatib/ DPA

Cada vez somos más cautos con la información que nos llega. Y no solo con las noticias escritas o los comentarios que dicen que han dicho, sino también con las imágenes, las fijas (por supuesto) y las que parece que deben ser verídicas por el mero hecho de que hay movimiento, escenas que vemos y que nos cuesta pensar que pueden ser falsas (“no, estas no lo son”), pero también generan dudas. Un ejemplo: he visto estos días la promoción de una inmobiliaria israelí que promete casitas a orillas del mar (una proyección en tres dimensiones) en la Franja de Gaza, justo enfrente de unos edificios en escombros, en un terreno desolado por la guerra. Quiero pensar que se trata de una noticia falsa, de una broma macabra. Pero no lo sé. Es todo tan demencial, al fin y al cabo, que lo más terrible es que puedo llegar a pensar que podría ser cierta. También podía pensar que eran falsas las imágenes de unos soldados instalados en la casa de unos palestinos obligados a huir, removiendo armarios y bromeando con los sujetadores esparcidos por el suelo, calzándose los zapatos de las mujeres que vivían allí. ¿Y no podían serlo, también, las de otros soldados, adultos descerebrados, jugando con el triciclo abandonado de un niño, pedaleando por la habitación como unos energúmenos después de haber violado la intimidad de los ausentes?

Si fueran falsas, ¿quién hubiera tenido que falsificarlas con tanto detalle? ¿Los militantes de Hamás, para demostrar la impiedad de los judíos? ¿Los mismos judíos, para alardear de la política de tierra quemada, de la omnipotencia de sus ataques? No, no lo eran. Fueron los propios militares quienes las filmaron. Quisieron dejar constancia de su presencia. Y no solo eso, sino de la impunidad. Como aquellos otros que, en una azotea, celebraban los misiles como si fueran fuegos artificiales. O los colonos judíos que empujaban a sus hijos, con banderas con la estrella de David, para que malbarataran los restos (alimentos y ropa) de los paquetes de ayuda humanitaria de unos camiones que habían interceptado, antes de que llegaran a sus destinatarios.

No estoy seguro, pero creo que no hay ningún programa de inteligencia artificial que sea capaz de inventarse la escena del cuerpo del niño palestino sin cabeza. El padre corre desesperado y enseña el torso, las piernas, los brazos. Y la cabeza no está. Dentro, en las improvisadas tiendas, más niños, quemados, desfigurados, llorosos. Son de verdad. Es en estos momentos, frente a estas imágenes terribles, cuando quisiéramos ejercer la cautela y pensar que todo es virtual, propaganda de guerra. Pero resulta que no, que estamos ante la masacre en directo, una más, sin filtros y sin contar con lo que pueden llegar a hacer (y no sabemos), como informa el diario 'Haaretz', las tropas de colonos sin control del ejército en Cisjordania. No se trata solo de una injusticia profunda, sino de la falta absoluta de humanidad, del genocidio que, además, convoca a los demonios del desprecio y la risa sarcástica. ¿Tratan de proteger a la patria? Siembran los campos de los infiernos futuros.

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