Educación sentimental
Las nuevas premisas educativas quieren provocar "una actitud favorable de los jóvenes hacia la literatura, haciéndola atractiva a través de la relación con otras artes". Es decir, rebajando al mínimo el núcleo.
![Día de examenes de selectividad en la Universidad de Barcelona.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/fa73afb7-ba7f-4ef3-a5b6-feffa43931bc_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Día de examenes de selectividad en la Universidad de Barcelona. / Georgina Roig
El desaguisado es considerable. Primero, anuncian (el Departamento de Educación) que no habrá lecturas obligatorias. Después, rectifican y dicen que sí las habrá, pero que cada centro elegirá las suyas y que, en cualquier caso, no habrá, en el examen de Selectividad, preguntas sobre las lecturas. Más aún: las preguntas serán, eso sí, “sobre tópicos, género y recursos literarios, basadas en fragmentos”, para evitar que los alumnos recurran al resumen de los libros en cuestión (que hasta ahora eran de lectura obligatoria) y superen la prueba sin saber exactamente lo que habían leído, sólo con el objetivo de demostrar que habían leído algo.
Las lecturas obligatorias no eran una panacea. No arreglaban el mundo. No implicaban un conocimiento exhaustivo de la materia. Probablemente, los alumnos hacían trampas, las de siempre. Repetían lugares comunes y así aprobaban. No digo que no. Pero se ataban a una tradición. Poco o mucho, visitaban, aunque fuera de forma esporádica, la casa común. Accedían a lo que Toni Sala, en un libro excelente ('Tradició i creació i altres notes sobre literatura', L’Altra Editorial) ha calificado como “lo único que no puedes vender”. La tradición (la literaria, en este caso) rehúye la inmediatez y te convierte en eslabón de la cadena.
Ahora, las nuevas premisas educativas fundamentadas en esta cosa tan extraña que llaman "competencias" quieren provocar "una actitud favorable de los jóvenes hacia la literatura, haciéndola atractiva a través de la relación con otras artes". Es decir, rebajando al mínimo el núcleo, ofreciendo un tuétano seco, sin gracia ni substancia. Se llega a la tradición gracias a la lectura y la lectura es una disciplina, un enfrentarse a solas con el texto, un dejar que nos empape, que nos posea. "La literatura siempre te sirve en los momentos más delicados", dice Sala. Más allá del examen, aunque fuera de refilón, Rodoreda o Carner formaban parte de la educación sentimental de los jóvenes. Ahora, navegarán (aún más) sin rumbo. O eso creo.
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