Una normalidad tremenda
Con una desoladora sencillez, Ford construye la compleja vida de alguien en el que pueden reconocerse millones de lectores
![El autor estadounidense Richard Ford, durante una visita a Barcelona.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/e2a6e13f-0a96-47e6-93fe-d9e92a09823b_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
El autor estadounidense Richard Ford, durante una visita a Barcelona.
Cada día que no pasa gran cosa, o nada que no impida su transcurrir, y sigamos a flote, se va gestando algo que puede llamarse «una normalidad tremenda». Normalidad porque la vida produce una sucesión invariable de malos y buenos momentos, y tremenda porque al cabo del tiempo esa acumulación adquiere proporciones formidables, que como todo lo grande, asombra. Reparé en ello cuando empecé a leer 'Sé mía', quizá la última novela que Richard Ford consagre a su personaje más célebre, Frank Bascombe. En esta entrega, mientras el protagonista repasa los grandes acontecimientos de su existencia, y enfrente otros nuevos, se da cuenta de hasta qué punto los desengaños y la felicidad aprenden a convivir en una misma persona sin que ninguno de los dos sea definitivo.
La cotidianidad de Bascombe promete horas anodinas y felices, salpicadas de vez en cuando por un hecho calamitoso, cuyo destino al cabo es quedar atrás, aunque dejando en él una marca. Con su estilo algo desolado, melancólico, nunca desprovisto de humor, el escritor estadounidense teje el retrato de una persona común, en su caso el norteamericano medio. No es fácil abordar a un individuo así. Pero entre la minuciosidad de los personajes y los conflictos comunes que se establecen entre ellos, él logra que lo parezca.
Frank Bascombe es la clase de persona que tiene problemas con los demás y problemas consigo mismo, y, sin embargo, ningún sueño o ambición que pudo albergar y no alcanzó, lo convierten en un ser taciturno, pesimista, devastado por dentro. Vive con la certidumbre de que es demasiado tarde para muchas cosas, o para casi todo; y, sin embargo, aún late en él la esperanza de que acabe ocurriendo algo iluminador. De esta forma, con una desoladora sencillez, Ford construye la compleja vida de alguien en el que pueden reconocerse millones de lectores, seres con la cabeza fuera del agua, muchos días a la deriva, admirados de cómo este escritor es capaz de reconstruir centímetro a centímetro la vida ordinaria, esa tremenda normalidad en la que nos instalamos cada uno de nosotros.
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