Opinión |
Tensión nuclear
Ignacio Álvarez-Ossorio

Ignacio Álvarez-Ossorio

Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense de Madrid.

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Irán tras Raisí: continuidad o ruptura

Todo parece indicar que el régimen intentará que los cambios sean meramente cosméticos y no cuestionen la actual repartición del poder, en la que los sectores conservadores mantienen un absoluto control de la escena política

Estudiantes de un seminario chiíta lloran la muerte del presidente iraní, Ebrahim Raisi, en la Imambara de Kargil el 21 de mayo de 2024.

Estudiantes de un seminario chiíta lloran la muerte del presidente iraní, Ebrahim Raisi, en la Imambara de Kargil el 21 de mayo de 2024. / TAUSEEF MUSTAFA / AFP

La inesperada muerte del presidente Ebrahim Raisí abre un periodo de incertidumbre en Irán. No obstante, todo parece indicar que el régimen intentará que los cambios sean meramente cosméticos y no cuestionen la actual repartición del poder, en la que los sectores conservadores mantienen un absoluto control de la escena política. De hecho, Raisí siempre fue contemplado como una mera correa de transmisión de las decisiones de Ali Jamenei, el verdadero hombre fuerte del régimen desde 1989, a quien aspiraba a reemplazar algún día como Guía Supremo con el consentimiento de la poderosa Guardia Revolucionaria.

Esta pérdida llega en el peor momento posible, ya que la población iraní se haya inmersa en una aguda crisis económica como consecuencia de las draconianas sanciones internacionales, que fueron restablecidas por el presidente Donald Trump y reforzadas por la administración de Joe Biden. En la escena regional, el vacío de poder que deja la desaparición de Raisí podría tratar de ser aprovechado por Israel para golpear el programa nuclear iraní, visto como una amenaza para su seguridad nacional. Es bien sabido que el primer ministro Benjamin Netanyahu pretende regionalizar el conflicto de Gaza para involucrar a Estados Unidos en una conflagración regional y, así, perpetuar la guerra. 

Ante estos crecientes riesgos, los sectores conservadores del régimen contemplan el programa nuclear como una tabla de salvación que les blindaría ante eventuales amenazas. De ahí que hayan abandonado toda esperanza en alcanzar un acuerdo con Occidente y hayan apostado por acelerar el enriquecimiento de uranio con el objetivo de acceder a tecnología nuclear, que sería empleada con fines disuasorios frente a sus enemigos tradicionales. Otra herramienta para asegurar la continuidad del régimen es el fortalecimiento de las relaciones con China y Rusia, que se aceleró durante la presidencia de Raisí. En marzo de 2021, Irán y China firmaron una asociación estratégica que contempla inversiones chinas por valor de 400.000 millones de dólares en los próximos 25 años. En mayo de 2022, Irán y Rusia alcanzaron una serie de acuerdos y memorandos para duplicar el comercio bilateral y, acto seguido, Putin visitó Teherán donde firmó importantes contratos armamentísticos y se aseguró el abastecimiento de drones y misiles iranís para el frente ucraniano.

Ante la gravedad de los retos que afronta Irán hoy en día, la transición de poder será directamente pilotada por el Guía Supremo y lo más factible es que la Guardia Revolucionaria imponga a un halcón como sustituto de Raisí. Las dos prioridades de Jamenei siguen siendo la supervivencia del régimen frente a la creciente contestación doméstica y las amenazas externas y, por otra parte, la perduración del Eje de Resistencia liderado por Irán y que cuenta entre sus principales exponentes el Hizbulá libanés, el Hamás palestino, el Ansar Allah yemení y los regímenes sirio e iraquí.

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