Opinión |
Crisis diplomática
Albert Soler

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Periodista

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La guerra de Begoña

Con tanto afán por defenderla, hoy con cartas a la ciudadanía, mañana rompiendo relaciones con Argentina, Sánchez está dejando a su señora como una mujer débil y desamparada

El presidente de Argentina, Javier Milei, durante su discurso en el festival Viva24 de Vox en Madrid. /

El presidente de Argentina, Javier Milei, durante su discurso en el festival Viva24 de Vox en Madrid. / / LAP

La historia está llena de mujeres que han provocado conflictos, incluso guerras; miren la que se armó por Helena de Troya. Aunque, si hemos de ser sinceros, más que las mujeres, los conflictos los suelen provocar sus maridos al sentirse ultrajados. Ni Menelao pudo soportar que Paris se llevara a Helena, ni Pedro Sánchez que Milei dude de la honradez de Begoña. Se conoce que el griego debía de estar también “profundamente enamorado”, aunque no consta que se tomara cinco días de ejercicios espirituales antes de declarar la guerra a Troya; en ese caso, La Ilíada no sería una tragedia, sino una comedia, como la España actual. Los hombres “profundamente enamorados” es lo que tienen, que defienden a sus damas sin pensar que la línea que separa la épica del ridículo es muy fina, y pocas cosas hay más ridículas que crear una crisis diplomática porque alguien se mete con tu mujer.

Con tanto afán por defenderla, hoy con cartas a la ciudadanía, mañana rompiendo relaciones con un país, Sánchez está dejando a su señora como una mujer débil y desamparada, que necesita que su hombre dé la cara por ella. Qué digo su hombre, todo el aparato del estado si hace falta. Por suerte, Milei no se ha llevado a Begoña secuestrada a Argentina, o ya estaríamos embarcados en una guerra transoceánica, que Pedro es muy español y hay cosas que un español no puede aguantar. La primera, que alguien ponga en duda la decencia de su mujer. De no ser jefe de gobierno, Sánchez habría mandado a sus padrinos; pero ya que es presidente, es mejor llamar a la embajadora a consultas, y menos arriesgado. Si uno no puede poner unos cuantos ministerios a su servicio ante cualquier apuro doméstico, ya me contarán de qué sirve meterse en política. Seguro que si Menelao no llamó a consultas a ningún embajador, fue solo porque no lo tenía.

Por lo menos la guerra causada por Helena nos dejó una obra maestra de la literatura. La guerra de Begoña no nos va a dejar más que unos cuantos chistes a costa del profundo enamorado. No es poca cosa, pero uno prefiere a Homero que al ministro Albares.

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