Opinión
Ana Bernal-Triviño

Ana Bernal-Triviño

Profesora de la UOC y periodista.

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Acabar a puñetazos con un maltratador

Barrul, aun con las diferencias enormes porque él no era agredido físicamente, va a vivir algo similar a lo que se enfrentan tantas mujeres que se han defendido o han querido proteger a sus hijos y luego han sido denunciadas por sus agresores

Antonio Barrul, en uno de sus combates de boxeo.

Antonio Barrul, en uno de sus combates de boxeo. / A. B.

Durante días se ha hablado del boxeador Antonio Barrul. Golpeó en un cine a un hombre que habría agredido a la mujer y a una niña que lo acompañaban, según los testigos. Reconoce que no fue correcto lo que hizo y que reaccionó no ya para reducirlo por la agresión sino porque le “dejaba en evidencia con sus provocaciones" y no se pudo "contener más”, mientras lo insultaba por haber mediado y señalado.

Esto llega cuando denunciamos que la sociedad no colabora ante el maltrato. Y frente al negacionismo, demuestra que la violencia de género forma parte del día a día, sea en una casa o un cine. Si se ejerce de forma pública, imaginen en privado.

Presenciar la violencia de género genera mucha impotencia, pero no se apaga un fuego con más fuego porque hay más factores en juego. Y es aquí adonde hoy. Más allá de si hizo o no lo correcto tenemos que debatir sobre el sistema.

No dejo de hacerme preguntas. Desde dónde estaban los equipos de seguridad del cine al principio a lo poco que se ha hablado de la mujer que estaba siendo increpada, agredida, y de la menor que fue dañada, según los testigos. Se ha hablado mucho de Barrul y poco de quién originó todo y el porqué. Se ha hablado mucho de Barrul, pero poco de qué ha pasado con la mujer y la niña.

Queda demostrado que la sociedad está falta de herramientas para reaccionar ante la violencia de género. Pero también plantea una cuestión ante un sistema ineficiente y es que, si bien no se puede mirar hacia otro lado con la violencia de género, no corresponde a la ciudadanía hacer de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Esto es como cuando (aun comprendiendo las razones de fondo) se nos insiste a nosotras en las clases de defensa personal en lugar de más educación y terapia a los agresores.

El boxeador ha sido tratado en los medios como héroe por su reacción ante la agresión. Mientras, recuerdo titulares donde cuando son ellas las se defienden siendo golpeadas, muchos medios titulan con “una mujer daña a su pareja” sin explicar la legítima defensa, solo porque el relato de la mujer “violenta” vende más. Menudo trato diferencial. 

Con Barrul toda la sociedad puede comprobar que si bien a la violencia no se puede responder con violencia, frente a las habladurías de “hombres víctimas”, queda demostrado que tenemos un sistema tan garantista que incluso de él se benefician los victimarios. Barrul, aun con las diferencias enormes porque él no era agredido físicamente, va a vivir algo similar a lo que se enfrentan tantas mujeres que se han defendido o han querido proteger a sus hijos y luego han sido denunciadas por sus maltratadores. Y es que el boxeador ya ha sido denunciado. Algunas de ellas acaban condenadas incluso solo por definirlos a ellos como agresores.

Queda patente que no vivimos en la época del ojo por ojo y diente por diente, porque el sistema tiene otras herramientas para toda la ciudadanía. Pero ¡ay del sistema que falla repetidamente!, porque entonces solo acaba por dar argumentos a quienes defienden la idea de tomarse la justicia por su propia mano.