Escritora
Emma Riverola
Escritora
A reflexionar... si podemos
El simple hecho de que estén proliferando propuestas -de pago- para alejarse de la pantalla es la constatación de que la desconexión se está convirtiendo en un bien
Pedro Sánchez pidió cinco días para detenerse y reflexionar. No quedó muy claro si el resto de la ciudadanía debía acompañarle en la cavilación sobre la calidad de nuestra democracia y todo el lío del fango. Tengo la sospecha de que la idea de una deliberación colectiva no cuajó. En esta suerte de desatención permanente en la que andamos ocupados, cinco días de parón se antojan una eternidad. En las estanterías, en la mesita de noche se acumulan los libros que queremos leer. Demasiado cansados, nos decimos para evitar sumergirnos en sus páginas. Demasiados cansados, nos repetimos mientras nos dedicamos a saltar de un estímulo a otro de la pantalla del móvil. Mejor no llevar un cómputo de las horas que dedicamos a unas publicaciones que, en su infinita mayoría, se desvanecen en la memoria a los cinco segundos de asomarse. Llegan y se van. Pero en ese transitar inane, obligamos al cerebro a atenderlas. ¡Claro que estamos agotados! Y distraídos. Y abrumados.
En los Países Bajos están floreciendo eventos, clubs y locales que venden la desconexión. Horas en las que el móvil se deposita a buen recaudo y los usuarios se dedican a leer, charlar, tomarse un café o, simplemente, mirar las musarañas. Aquello tan antiguo de aburrirse. La idea puede parecer un poco loca. ¿Por qué pagar por algo que parece tan sencillo? Basta con dejar el móvil en casa y salir a dar un paseo, sentarse en un banco o acercarse al bar preferido. Sí, sencillo, pero ¿por qué nos cuesta tanto? ¿Por qué esa ansiedad cuando descubrimos que nos hemos dejado el móvil o que la batería se acerca peligrosamente a su fin? La respuesta es evidente. Tan meridiana que nos cuesta aceptarla. Enganchados. Pillados. Adictos.
El simple hecho de que estén proliferando propuestas -de pago- para alejarse de la pantalla es la constatación de que la desconexión se está convirtiendo en un bien. ¿De lujo? Quizá. Un tiempo para pensar en calma acallando el ruido constante que nos aguijonea la mente y la salud. Qué difícil. Por cierto, feliz jornada de reflexión.
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