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Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
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Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Marías, Amis, Paul Auster
Pasados los años, volví a leerlos combinando algún título nuevo con la relectura ocasional, pero siempre he tenido sus libros cerca, en los estantes, acompañándome, esperando a que volviera
Muere Paul Auster, el maestro de 'La trilogía de Nueva York'
Muere Martin Amis, el escritor salvaje
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Paul Auster / BOB STRONG / REUTERS
Javier Marías, Martin Amis y, ahora, Paul Auster. En poco más de año y medio han fallecido tres novelistas que empecé a leer hace tres décadas, cuando afrontaban su plenitud literaria, y después me han acompañado en muchas horas de lectura. Los tres murieron cumplidos los setenta años. Sin duda demasiado jóvenes para considerar que ya habían entrado en lo que Edward Said llamaba “el estilo tardío”, esa contradicción entre la armonía del maestro y la rebelión íntima ante el final que se avecina. La muerte de Marías, tan inesperada, interrumpió abruptamente su trayectoria. Amis quizá esbozó un testamento literario en esa obra maestra que es 'Desde dentro', un reflejo juguetón del combate entre realidad y ficción que deben dominar todos los narradores. Auster encaró el final desde “la tierra del cáncer” desdoblándose en un personaje —Baumgartner— que le ayuda a hablar del envejecimiento, pero también de la lucidez y el misterio de la vida.
Marías, Amis, Auster. Los tres escribían con estilos distantes, sobre mundos diferentes, y ahora me pregunto por qué yo los leía con una fruición similar. Quizás era la voluntad de desplazamiento, de alejarse de lo que se esperaba de ellos. A Marías le reprochaban que su castellano parecía traducido del inglés y, ciertamente, sus referentes culturales eran en parte británicos. Amis se fue a vivir a Estados Unidos —bueno, a Brooklyn, Nueva York, que no es exactamente lo mismo— y su obra se medio americanizó. También desde Brooklyn, en cambio, Auster combinaba la tradición norteamericana del contador de historias con una cultura europea: sabía juntar el absurdo nihilista de Beckett con el azar urbano y el latido de la narrativa negra.
Pese a la trepidación que me daban, en algún momento dejé de leerlos a los tres, quizás por empacho o por poner un poco de distancia (como ellos mismos). Poco a poco, pasados los años, volví a leerlos combinando algún título nuevo con la relectura ocasional, pero siempre he tenido sus libros cerca, en los estantes, acompañándome, esperando a que volviera, y ahora me doy cuenta de que este es un pensamiento austeriano, muy de 'El Palacio de la Luna'.
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