Entre el Bar Cuéllar y la Catedral
Octavi Vilà y yo intentamos que hombres y mujeres vean la luz, los dos queremos que nuestras ovejas vuelvan al redil
![Octavi Vilà, en el monasterio de Poblet.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/412575eb-d2e5-4e68-96ab-a1d55c62d2d0_21-9-aspect-ratio_default_0.jpg)
Octavi Vilà, en el monasterio de Poblet. / ACN
Ya es mala suerte que los dos acontecimientos más esperados del año tuvieran lugar al mismo tiempo. El domingo, mientras en la Catedral de Girona se ordenaba a Octavi Vilà nuevo obispo de la diócesis, yo firmaba mi libro dedicado al Vivales en el bar Cuéllar, que no deja de ser también una catedral, aunque con cerveza en lugar de vino de misa. Los gerundenses tuvieron que elegir entre uno u otro lugar, puesto que el don de la ubicuidad lo posee solamente el Señor, quien, ese sí, estuvo en ambos sitios, instándonos a Vilà y a un servidor a no abandonar el recto camino de la fe, cada cual la suya.
Líbreme Dios de contraprogramar a Dios, valga la redundancia. De haber sabido que Él había elegido precisamente ese domingo para investir a su nuevo vicario, yo habría elegido otro día para investir a mi nuevo libro. Hay más días que longanizas y, ni que sea por razón de edad, Dios tiene preferencia sobre mí. También es casualidad que, tras dos años sin obispo, el Altísimo se personara en Girona el mismo día que yo me personaba en el Cuéllar, igual hasta nos cruzamos por el camino. Nuestro mercado -el de Dios y el mío- es más o menos el mismo; ambos intentamos que hombres y mujeres vean la luz, los dos queremos que nuestras ovejas vuelvan al redil: como a Él, me congratula más un lacista que vuelve a la senda de la cordura, que 100 que nunca fueron engañados por el Vivales y los suyos. Ese compartir nicho de seguidores hizo que la ordenación del obispo fuera menos lucida de lo merecido, ya que muchos fieles prefirieron acompañarme a Vila-roja, donde, después de varias cañas y puesto que el barrio está en una colina, suelo pronunciar un sermón de la montaña. La diferencia entre los dos -imperceptible a ojos paganos- es que, como es sabido, sus renglones son más torcidos y los míos no. La razón es que yo me dedico profesionalmente a la escritura, mientras que Él utiliza amanuenses y estos no siempre son lo pulcros que deberían.
Uno ya no sabía si el domingo pasado ordenaban obispo a Octavi Vilà en la catedral y firmaba libros Albert Soler en el bar Cuéllar, o era a la inversa. Tal vez ordenaban obispo a Albert Soler. ¿O este firmaba libros en la catedral? ¿Era Octavi Vilà quien tomaba cañas desaforadamente en el Cuéllar? ¿Se presentó Albert Soler vestido de monje cisterciense en Vila-Roja? ¿El nuevo obispo solicitaba a las más bellas de sus feligresas, poder estamparles la rúbrica en el sujetador? Esos actos multitudinarios deben celebrarse en días distintos para evitar confusiones que a nada bueno conducen.
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