Despropósitos
Me decepciona profundamente que haya hombres nacidos en los 80 capaces de prometer trabajo a alguien a cambio de favores sexuales, como si los tiempos que corren no le hubieran enseñado nada, como si viviera varias décadas atrás
![Archivo - El director Carlos Vermut posa durante una entrevista para Europa Press en los cines Renoir Princesa, a 22 de noviembre de 2022, en Madrid](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/a62f43a2-f59f-440f-8800-07a860dc3443_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Archivo - El director Carlos Vermut posa durante una entrevista para Europa Press en los cines Renoir Princesa, a 22 de noviembre de 2022, en Madrid / Juan Barbosa - Europa Press - Archivo
Cuántos despropósitos en solo unos días. Qué torpeza la de Carlos Vermut en sus declaraciones, qué falta de sensibilidad, qué estúpida superioridad. Chicas: huid de cualquier tipo que os proponga subir a su piso para comentar una de sus obras. Menudo cretino petulante. Lo cual, por cierto, no evita que ese tarugo sea uno de los directores y guionistas más brillantes del actual cine independiente español, un hombre capaz de crear historias que conmueven, seres imaginarios que parecen respirar y que emocionan a quienes los conocen. Y en la intimidad de su apartamento, ya ven, es un torpe que cree que una chica quiere follar con él porque se ha sentado en su sofá.
No me escandaliza en absoluto que Vermut se encuentre a sí mismo fascinante (hay tantos como él que son ya un lugar común), pero sí que menosprecie a otras personas, que se permita esos arranques de cinismo y soberbia que denuncian sus parejas sexuales. Tampoco me asusta que a alguien le guste el sexo duro, pero sí que se lo imponga a sus parejas sin preguntar, dando por sentadas cosas que jamás pueden estarlo. Me decepciona profundamente que haya hombres nacidos en los 80 capaces de prometer trabajo a alguien a cambio de favores sexuales, como si los tiempos que corren no le hubieran enseñado nada, como si viviera varias décadas atrás. Llámenme idealista, pero yo quisiera que quien ostenta un puesto con visibilidad diera ejemplo a otros. También que los creadores cuyo trabajo admiro fueran también admirables en lo personal. Tal vez yo también habito un mundo de ficción.
Aunque en todo esto hay demasiadas cosas que no entiendo. No entiendo, por ejemplo, la reincidencia de las mujeres que, pese a sentirse vejadas y maltratadas, regresan con su abusador. ¿Por miedo? Quién sabe. ¿Tal vez ellas, como la protagonista de una ibérica 50 sombras de Grey, creían que su amor redimiría al traumatizado abusador? ¿O se trataba de desempeñar lo más rápido posible el trueque más antiguo que existe: sexo a cambio de favores? Acaso aquí hay que reconocer una verdad también evidente: que la inocencia en ocasiones puede ser interesada.
Pero aún entiendo menos a todo ese coro de personas enteradas del asunto que llevan años callando. Ahora murmullan en redes y en la prensa. Ya se sabía, dicen. Eso ha ocurrido y sigue ocurriendo, todo el mundo estaba al tanto de las prácticas de este tipo. Pero hay más como él, nombres mucho más protegidos por la industria, que no saldrán a la luz porque saben cómo evitarlo. Entonces, ¿de qué sirve todo esto? ¿A quién beneficia el ataque y derribo de una sola persona, mientras que otras muchas quedan indemnes? Como en las películas de detectives, tal vez deberíamos preguntarnos a quién beneficia la defenestración de Carlos Vermut. A quién habría que defenestrar para que toda la industria saliera ganando.
Protejamos a las víctimas. Denunciemos la violencia en cualquier ámbito, con rotundidad. Pongámonos del lado del débil, del abusado, del utilizado. Pero por favor, no hagamos el idiota.
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