Opinión |
Ágora

Las empresas y los muros de Barcelona

La pobreza, la violencia machista, las desigualdades y la contaminación son problemas sistémicos, que tienen orígenes que no pueden rastrearse en una sola dirección y cuyas soluciones no pueden simplificarse cambiando solo un elemento

Pintada crítica con el plan urbanístico de los Tres Turons que completa el grafiti de Blu en el Carmel.

Pintada crítica con el plan urbanístico de los Tres Turons que completa el grafiti de Blu en el Carmel. / ZOWY VOETEN

Federica Massa-Saluzzo

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Paseando por las calles de Barcelona es habitual toparse con grafitis más o menos artísticamente sofisticados que incitan al cambio social. Algunos de estos escritos se han vuelto virales, como el omnipresente "Stop pobreza", u otros más elaborados como "No queremos centros psiquiátricos, queremos vidas dignas" y otros contundentes: "¡Basta de feminicidios!".

Desahogarse en los muros de la ciudad es un acto de desobediencia ciudadana, pero, al igual que los niños, a veces los adultos también desobedecen para ser escuchados. En ocasiones escribir en una pared es una petición de diálogo por parte de personas que no se sienten representadas, ni por el poder político ni por el económico. ¿Poder económico? ¿Qué tienen que ver el poder económico, las empresas, con los feminicidios, la pobreza y los centros psiquiátricos? Mucho más de lo que creemos.

En noviembre, Barcelona fue escenario de dos eventos muy relevantes para la economía de impacto: el B Good day y el Impact Forum. Los dos giraron en torno a liderar el cambio sistémico. El sistema al que nos referimos es el integrado por las empresas privadas, el sector público, el financiero, la academia y el tercer sector.

La pobreza, la violencia machista, las desigualdades sociales y económicas, y la contaminación, son problemas sistémicos, que tienen orígenes que no pueden rastrearse en una sola dirección y cuyas soluciones no pueden simplificarse cambiando solo un elemento. Para resolverlos se requiere de un enfoque sistémico. Por ejemplo, las mujeres víctimas de violencia machista también son directivas de empresas, ciudadanas y consumidoras. Las empresas en las que trabajan, las administraciones en las que residen pueden tener un papel importante a la hora de identificar y resolver su situación. Lo que se necesita es una redefinición estructural de la naturaleza de las relaciones entre las empresas y otros sectores.

Las dos jornadas celebradas en Barcelona se centraron en la creación de sistemas que permitan a las empresas resolver problemas complejos, creando al mismo tiempo valor económico. Y lo están consiguiendo: un ejemplo es que por primera vez en la historia de un B Good day, en una de las mesas redondas participaron el conseller de derechos sociales de la Generalitat Carles Campuzano; el diputado del PP en el CCGG Español en supuestos económicos y transformación digital, Celso Delgado; la concejala de Más Madrid, responsable de Economía, Innovación y Hacienda, Sara Ladra; y el director general de Laboratorios Ferrer, Mario Rovirosa. Diferentes sectores en una misma mesa, hablando de la ley de Sociedades de Beneficio e Interés Común; una norma que prevé la creación de una nueva figura jurídica que reconozca y acoja a todas aquellas empresas que generen un beneficio social y ambiental, así como un retorno económico.

No, no es casualidad que los dos acontecimientos más relevantes para la economía de impacto en España se centren en la misma cuestión. El papel de la empresa privada en la sociedad está cambiando y el movimiento es imparable. Como suele decir Mario Rovirosa, "nuestros nietos no podrán creer que hace tiempo la única preocupación de las empresas era producir cosas sin preocuparse por el bienestar de la sociedad y el medio ambiente". El cambio sistémico ya está en nuestras empresas -las más vanguardistas y, por tanto, las que tienen más probabilidades de obtener una ventaja competitiva de él- y ya está en nuestras escuelas. Los ejércitos de estudiantes que han elegido la sostenibilidad ya están aprendiendo a colaborar con la academia, a diseñar proyectos compartidos -no de caridad- con entidades del tercer sector, a analizar una cadena de suministro regenerativa y libre de esclavitud, y a crear alianzas con impacto político. Quizás pronto ya no sea necesario escribir en los muros para comunicarnos. Algo está cambiando.