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El Barça, en una crisis de largo recorrido

La dirección del club ha optado por lanzar cortinas de humo, culpabilizando el entorno y los enemigos exteriores

¿Qué le está pasando al Barça? (I) El Barça empieza y acaba en Laporta: retrato de un poder absoluto

El cortijo de Laporta y la noche en la que desaparecieron los bolígrafos, por Francisco Cabezas

Laporta, en el discurso a las secciones del Barça.

Laporta, en el discurso a las secciones del Barça.

En los últimos meses, la realidad de un FC Barcelona teóricamente en reconstrucción no ha hecho sino empeorar. Después de un final de temporada (la 2022-2023) en la que se celebró el título de Liga tras cuatro años de sequía, con el lastre del fracaso europeo, las circunstancias eran socialmente complicadas pero deportivamente invitaban al optimismo. Pero desde entonces, se han sumado diversos factores que auguran un oscuro futuro inmediato tanto para la estabilidad del club como para la trayectoria de los equipos profesionales, en especial el de fútbol, pero también, y de manera destacada, el de la sección de baloncesto, que va a la deriva.

El informe que empieza a publicar hoy EL PERIÓDICO incide en los aspectos más destacados de una entidad que no sufre solo la herencia económica y la nefasta gestión de la etapa Bartomeu, sino también las consecuencias de un estilo presidencialista y personalista, el de Laporta, que no ha conseguido revertir los errores del pasado y que ha ahondado aún más en un presente que se caracteriza por la precariedad presupuestaria y un futuro en el cual la venta de activos del club a fondos inversores cuestiona severamente la autonomía financiera y la propia viabilidad. En esta especie de tormenta perfecta, cabe añadir la tímida, poco entusiasta, reacción del socio al traslado al Estadi de Montjuïc y, por supuesto, las dudas crecientes sobre el camino que siguen las obras del renovado Camp Nou y el Espai Barça, tanto por la fiabilidad de las previsiones como por las condiciones en las que se ejecutan los trabajos, denunciadas estas semanas por este diario. No se puede fiar a los cantos de sirena de una hipotética SuperLiga Europea (con promesas de grandes ingresos, después del favorable fallo judicial, pero con las incertidumbres de un proyecto que, hoy por hoy, no cuenta con el aval de los poderosos clubes británicos) como tabla de salvación a un estado de cuentas que impide competir al nivel de otros clubes europeos. Además, sigue pendiendo la soga del caso Negreira, que podría afectar seriamente no solo a la reputación del Barça como ya ha ocurrido, y de la opinión que merezcan por parte de la UEFA los equilibrios de ingeniería financiera de la era de las palancas.

En lo que respecta a la situación estrictamente deportiva, la que merece más atención mediática, el Barça está padeciendo una travesía del desierto en cuanto a juego y resultados, muy lejos de lo que se podría esperar del equipo, con un entrenador que ya empieza a ser cuestionado y con una plantilla que no parece dar lo suficientemente de sí para aspirar a las tres competiciones en las que sigue en liza. Mientras, el Barça femenino, el estandarte más victorioso en los últimos tiempos, cuelga de un hilo, con ceses anunciados y dificultades en las renovaciones de las estrellas.

Ante este panorama, las reacciones institucionales han optado por la estrategia de la patada a seguir, de la cortina de humo (como ha sucedido con el caso del Espai Barça) en forma de culpabilización del entorno, de la búsqueda de enemigos exteriores o de los fantasmas habituales en un club que parece seguir una singladura sin norte. La radiografía pesimista no cambiaría con una posible resurrección del primer equipo después de los refuerzos de invierno. Los éxitos deportivos (hoy por hoy difíciles de imaginar) solo mitigarían una crisis que, por desgracia, se prevé de largo recorrido.